Las pulgas de agua, las salamandras y las panteras son sólo algunas de las especies que cambiaron su tamaño, color o población. Científicos advierten que el 80% de las funciones de La Tierra están alteradas.
Una de las preocupaciones más grandes que ha traído la elección de Trump como presidente de Estados Unidos es que es un negacionista del cambio climático. Rodeado de un equipo político que varias veces ha afirmado que no hay evidencia científica de este fenómeno, el temor que durante su gobierno se acabe con los esfuerzos conjuntos establecidos en el Acuerdo de París no deja de ser una amenaza.Pero si hay algo que se le puede refutar a Trump, es que el cambio climático no es un invento de alarmistas, ambientalistas, “hippies” o locos. Es una situación cuyos efectos ya se están empezando a sentir en el mundo y en los cuerpos de las especies animales y vegetales. (Lea también: Presidencia de Trump es un riesgo para el acuerdo contra el cambio climático)
La pulga de agua, por ejemplo, es una especie que, como ninguna otra, depende la de temperatura. Por ser asexual su mecanismo de reproducción está ligado a señales químicas y ambientales, y no a la unión de un óvulo y un espermatozoide, como sucede con la mayoría de otros animales. Su partenogénesis – como se conoce científicamente a este proceso de reproducción – depende del calor ambiental. Así, durante los meses cálidos se reproducen más y hay mayor número de crías hembras, mientras en invierno nacen menos individuos y en su mayoría son machos.
Por ser casi un termómetro de cómo está afectado el cambio climático a las especies, científicos de la Universidad de Florida, Estados Unidos, las consideran los “nuevos ratones de laboratorio”. “Ahora sabemos que el cambio climático está afectando su genética, su fisiología, su distribución y las comunidades de las que forma parte. Este ejemplo ofrece la prueba más completa de cómo el cambio climático puede alterar todos los procesos que rigen la vida del planeta”, advirtió Brett Scheffer, biólogo de la Universidad de Florida, al periódico El País de España.
Pero la pulga de agua no es la única que se ha ido alterando por el cambio climático. Junto con otros científicos de distintas universidades, Scheffers se puso la misión de revisar toda la literatura científica que hay sobre el impacto que este fenómeno ha tenido en plantas y animales. ¿Su conclusión? El 80% de los procesos, incluyendo mutaciones en los genes, cambio en el tamaño, la forma y la distribución de las poblaciones, hasta estrés en los ecosistemas, ya se están viendo afectados por el calentamiento global.
Para volver al caso de la pulga de agua, los científicos encontraron que sus genes están cambiando, haciéndolos más tolerantes a las altas temperaturas y modificando sus rasgos físicos como el tamaño corporal o el color. En las altitudes más frías desarrollaron una mayor tolerancia térmica sólo en decenas de años, lo que, además, cambia su rango geográfico.
En otros casos, además, han visto que la primavera se está adelantando, el cambio de la temperatura está afectando la conducta de muchas aves y, en Canadá, los bosques boreales cada vez avanzan más al norte.
Ahora, esto no significa que todas las poblaciones estén disminuyendo. El pingüino de Adelaida, por ejemplo, empezó a crecer en la Antártida como consecuencia del deshielo.
En el mar, explican, es un tire y afloje, pues mientras el 52% de las especies adaptadas a aguas calurosas han crecido, el mismo porcentaje para las de agua frías ha disminuido. En la tierra, la mitad de las especies de vertebrados desapareció en 40 años.
Algunos datos, como el de las salamandras, hacen estos cambios más evidentes: la mayoría de estos animales redujo su tamaño en un 8% en solo 50 años (el equivalente a que el humano perdiera 15 cm en este mismo periodo de tiempo). Durante este mismo periodo de tiempo tres especies de aves cantoras en el noroeste de Estados Unidos han sufrido una reducción de sus alas en un 4%, mientras las martas americanas empezaron a crecer.
El melanismo – condición que sufren las panteras negras o los cuervos – empezó a disminuir, pues no es una adaptación que va de la mano con el aumento de la temperatura, y las aves “correlimos gordo” ahora tienen hijos de un tamaño más pequeño.
Además, advierten los científicos, con un aumento de la temperatura sea sólo de 1°C, los sistemas naturales podrían sufrir mayores impactos. Lo que indica que incluso cumpliendo con lo acordado en la COP21 – evitar que la temperatura global aumente 2°C- puede que a la vuelta de 30 o 50 años, los animales y plantas que habiten La Tierra, no sean los mismos.
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