Existen protocolos de actuación en caso de contacto a través de mensajes de radio, pero se desconoce qué pasaría entre la población y si se sabría cómo actuar conjuntamente
Al comienzo de la película «La llegada (Arrival)», dirigida por Denis Villeneuve y estrenada en cines recientemente, 12 naves espaciales llegan a la Tierra y se colocan en localizaciones aparentemente aleatorias. Esta situación lleva inevitablemente a preguntarse qué pasaría si eso ocurriera en realidad: ¿Está la humanidad lista para un contacto así? ¿Hay protocolos ya preparados para evitar el caos y una posible guerra? «Hasta donde yo sé, no hay nada», explicó Seth Shostak, director del Instituto de Búsqueda de Vida Inteligente (SETI), en Space.com. «Me han preguntado incluso qué planes tienen los militares para afrontar el aterrizaje de alienígenas, pero yo dije que no lo sé. Al menos que yo sepa, no hay ningún plan». Después de que se hayan producido varias falsas alarmas, hasta ahora no ha habido ningún movimiento por parte de los gobiernos.
Pero el propio Shostak se preguntó: «¿Quién sabe qué habrá en los sótanos del Pentágono?». El Ejército de los Estados Unidos ya mostró en el pasado su vocación de prepararse para contingencias aparentemente improbables. Por ejemplo, entre los años 20 y 30 hizo planes para prepararse frente a una invasión británica de Canadá.
En todo caso, de acuerdo con la visión del astrónomo, en caso de que un artefacto alienígena llegara a la Tierra, cada país decidiría su propia respuesta y actuaría por su cuenta.
Pero no cree que haya que preocuparse demasiado por esta aparente falta de preparación. Según dijo en Space.com, los protocolos para extraterrestres llegados a la Tierra desde las profundidades del espacio podrían «compararse con los protocolos que harían los neandertales en caso de que se presentaran allí las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos». El desfase tecnológico entre una civilización capaz de recorrer distancias interestelares y los humanos, que solo han logrado viajar hasta la Luna, sería abismal.
Si se produjera una llegada de alienígenas, los problemas no harían más que comenzar. En opinión del astrónomo del SETI, la cooperación internacional se vería muy mermada: «Habría una competición de forma inmediata: habría quien pensaría “bien, esos tipos están hablando con los extraterrestres, así que nosotros tenemos que estar ahí también. ¿Quién sabe qué cosas buenas les estarán diciendo?».
Contacto
Pero el escenario más probable de un contacto con extraterrestres no pasaría por un aterrizaje, sino por una comunicación a través de radio. Para esta situación sí que hay preparadas varias respuestas: son los llamados protocolos post-detección (PDP, en inglés). Ninguno de ellos ha sido nunca adoptado formal o abiertamente por ningún gobierno, pero varios de ellos están muy desarrollados.
Entre estos destaca la «Declaración de Principios para las Actividades Posteriores a la Detección de Inteligencia Extraterrestre», promovida desde los años noventa por Jill Tarter y apoyada por la Academia Internacional de Astronáutica (IAA).
Este protocolo recoge básicamente una serie de líneas de actuación para gobiernos y científicos, pero ni es un plan de acción global ni tiene carácter de ley. «Básicamente dice que, si captas una señal, tienes que comprobarlo, decírselo a todo el mundo y no enviar una respuesta hasta que no haya habido un acuerdo internacional, signifique esto lo que signifique», ha explicado Seth Shostak en Space.com.
Según este protocolo, el primer paso tras una posible detección sería confirmar el descubrimiento pidiendo ayuda a otros observatorios y organizaciones. Después, los descubridores deberían informar a la IAA y a la Secretaría General de Naciones Unidas. En seguida, el descubrimiento debería ser difundido a través de canales científicos y medios de comunicación, y publicado en primer lugar por los descubridores. Los datos del hallazgo tendrían que estar a disposición de la comunidad científica internacional, a través de artículos y conferencias. Un acuerdo de cooperación debería garantizar la seguridad de las frecuencias de radio en que se produjo el mensaje y, por último, antes de enviar alguna respuesta, se tendría que producir un debate internacional sobre su contenido y naturaleza.
Una respuesta en miles de años
En esta situación, queda claro que la posible comunicación estaría marcada por la enorme distancia entre emisor y receptor: un espacio que podría llegar a los cientos o miles de años luz. Esto significa que podrían pasar cientos o miles de años entre la emisión de un mensaje y la llegada de la respuesta.
En medio de la incertidumbre generada en un posible contacto, los científicos han preparado hace años protocolos para medir la importancia de las señales alienígenas captadas: se trata de la escala de Río, una medida que oscila entre el 0 y el 10 y que pretende cuantificar la importancia de la señal detectada. Esta medida está inspirada en la escala Torino, que trata de categorizar el riesgo de impacto de los asteroides, y tiene en cuenta que cualquier detección alienígena, aun siendo falsa, podría tener consecuencias catastróficas para la humanidad.
Peligros potenciales
Otra escala preparada por los científicos mide el peligro de enviar señales desde la Tierra al espacio: se trata de la escala San Marino, y ya ha sido adoptada por el SETI. Algunos científicos, como Stephen Hawking o el escritor David Brin, ya han criticado varias veces los intentos del SETI de enviar mensajes y las coordenadas terrestres al espacio, inspirándose en estas ideas.
Al margen de esto, aún no está claro cómo lidiar con la respuesta que habría ante la detección de alienígenas: ¿qué ocurriría con la prensa, los líderes políticos, las religiones y el público en general? ¿Quién tomaría las decisiones más relevantes? ¿Estallaría el pánico?
La película de «La Llegada» explora otra interesante cuestión: ¿Cómo podríamos comunicarnos con los alienígenas si estos llegaran a la Tierra? El problema es más complicado de lo que parece, puesto que humanos y extraterrestres no tendrían, en principio, nada en común. Al no tener una cultura, un entorno natural ni una historia compartidos, no habría forma de intercambiar palabras, conceptos ni probablemente pensamientos. Esta situación superaría con creces al traumático encuentro entre la civilización occidental actual y las poblaciones indígenas aisladas, o entre americanos y exploradores ultramarinos.
La comunicación se hace aún más difícil si se tiene en cuenta la hipótesis de la relatividad lingüística de Sapir-Whorf, según la cual existe una relación entre las categorías gramaticales del lenguaje que una persona habla y la forma en que la persona que la recibe la entiende. ¿Cómo hablar con alguien que piensa de una forma totalmente ajena?
Respuesta
Hasta el momento, hay mucho desacuerdo en cómo debería ser la respuesta para salvar las barreras lingüísticas. Se ha propuesto usar recursos matemáticos, algoritmos o lenguajes «naturales», pero todos ellos seguirían siendo construcciones humanas. Aun salvando este escollo, quedaría la titánica tarea de construir un mensaje colectivo en representación de la heterogénea e inestable humanidad, a salvo de la iniciativa personal de gobernantes, naciones o militares.
Tampoco se puede olvidar la posibilidad de que los extraterrestres constituyeran una amenaza militar. En caso de que los otros fueran mucho más avanzados, esto tendrá consecuencias profundas en la naturaleza de los mensajes humanos enviados. ¿Deberían ser mensajes de sumisión?
Un informe elaborado en los 60 por la Institución Brookings para la NASA dejaba espacio para el optimismo: un contacto con alienígenas «sería con seguridad la noticia de portada de todas partes», y «debería llevar a una mayor unidad de los hombres sobre la Tierra». Este informe recomendaba estudiar las consecuencias sobre la sociedad de una noticia así, las respuestas emocionales de la población y el comportamiento de líderes enfrentados a un escenario de enorme presión y una absoluta novedad. El tiempo dirá si estas reflexiones son ciencia ficción o se convierten en realidad.
(Fuente: abc.es)
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