Pese a que las emisiones de cloro CFC disminuyeron el nueve por ciento, los científicos se mantienen dudosos en los pronósticos
La dimensión más grande de la temporada de 2014 se observó el 11 de septiembre pasado cuando alcanzó los 24,1 millones de kilómetros cuadrados, cifra igual a la del 16 de septiembre de 2013, informó la Administración Nacional Oceanográfica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos el 30 de octubre.
La capa de ozono ayuda a proteger la vida en la Tierra de las radiaciones. Sin ella las radiaciones solares “pueden causar cáncer de piel, [además de] daños a las plantas y fitoplancton, que es la parte superior de la cadena alimentaria”, destacó NOAA.
El agujero más grande de las últimas décadas, desde su formación en los años 80, se registró el 9 de septiembre de 2000 y alcanzó los 29,9 millones de kilómetros cuadrados.
El investigador Bryan Johnson explicó a través del estudio, que pese a que es una “buena noticia” que en los últimos tres años la capa se reduzca menos en septiembre, la realidad es que en las últimas décadas “la taza de adelgazamiento es igual” en términos generales.
“Una disminución en el porcentaje sería un importante signo de recuperación”, aclaró el científico. El agujero creció en los años 80 y se mantiene grande desde la década de los 90.
Según Johnson, la variación que presenta durante el año se debe al clima particular de la estratósfera de la Antártida.
Lo que provoca la desaparición del ozono en los meses de agosto y septiembre es el cloro liberado por las sustancias químicas artificiales usadas principalmente por los frigoríferos y los productos espray, que contienen el clorofluorocarburo, también conocido como CFC, explicó el informe.
El frío y oscuro invierno antártico cede a la primavera en el mes de septiembre y estas sustancias destruyen el ozono.
Poco antes de llegar los primeros rayos del Sol a la Antártida, las temperaturas extremadamente bajas de la estratósfera [en el período de oscuridad] permiten la formación de unas particulares nubes polares, que incluyen el CFC liberado por los productos creados por el hombre.
Al llegar la primera luz se producen reacciones químicas en el CFC y lo transforman en un elemento reactivo. Como tal interacciona con la capa de ozono y la destruye.
NOAA advirtió que pese a que las sustancias dañinas para el ozono disminuyeron alrededor de un nueve por ciento en el año 2000, este elemento permanece en la atmósfera unos 50 años, por lo que se espera que la Antártida vuelva al nivel que tenía en 1980 recién para el año 2070.
“El área del agujero de ozono es más pequeño que el que vimos en los años 90 e inicios del 2000 y sabemos que los niveles de cloro están bajando. Sin embargo estamos dudosos si un alza térmica de la estratósfera de la Antártida a largo plazo pueda disminuir la reducción del ozono”, declaró Paul Newman, científico de la NASA, que contribuyó en la investigación, en relación al preocupante calentamiento global que experimenta el planeta.
En el informe de 2013, Newman señaló que la leve baja del agujero de ozono en 2013 podía deberse a un cambio en el promedio de las temperaturas extremas altas.
La liberación de los gases tipo clorofluorocarbonos (CFC) y los hidroclorofluorocarbonos (HCFC) a la atmósfera está prohibida y regulada ya que destruyen la capa de ozono que protege la Tierra, sin embargo en un estudio publicado en marzo pasado, científicos de la Universidad de East Anglia identificaron ahora cuatro nuevos gases artificiales en la atmósfera, “todos los cuales también contribuyen a la destrucción del ozono”, declararon en su reporte.
Fotografía: La imagen se realizó usando datos del satélite NOAA, y muestra el agujero de ozono (zonas por debajo de 220 unidades Dobson) en tonos de rojo.
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