La Tierra tiene muchos supervolcanes…

Los expertos utilizan al llamado «Índice de Explosividad Volcánica» para calcular la fuerza de una erupción. Su escala va del 0 al 8, y en general, cada punto adicional representa una potencia diez veces más grande. A pesar del daño que causó y la pérdida de vidas, la erupción del Monte Vesubio se ubica en el nivel 5 de la escala, y allí podemos encontrar a un ejemplo mucho más reciente como fue la erupción del Monte Santa Helena en 1980.
Ambas fueron superadas por la erupción del Monte Pinatubo en 1991 (la segunda más poderosa del siglo XX), que había permanecido dormido unos 500 años. Aún así, para encontrar a teóricos asesinos planetarios debemos seguir subiendo. El caso más cercano fue el del Monte Tambora, en 1815. Su erupción lo ubica en el nivel 7 del índice, y los expertos lo consideran como la razón principal detrás del «Año Sin Verano» de 1816.
La impresionante cantidad de gas tóxico y ceniza arrojados a la atmósfera por el Monte Tambora provocó un descenso global de la temperatura, además de fallas en las cosechas a través de Europa. La crisis agraria se extendió a todo el continente, los precios de los alimentos de dispararon, y cientos de miles de personas perdieron sus vidas entre la hambruna y los incidentes posteriores. Dicho eso… ¿qué pasa con los supervolcanes de nivel 8? Se calcula que hay uno de esos cada 50 mil años en promedio, y un gran candidato se encuentra en la Caldera de Yellowstone.
Tres supererupciones de nivel 8 (la última ocurrida 640 mil años atrás) convirtieron a la caldera en lo que es hoy, y si llegara a suceder una hoy, la Costa Oeste entera de los Estados Unidos debería ser evacuada. A eso se sumaría una nueva crisis alimentaria y el colapso económico a nivel mundial. Un volcán así tal vez no nos mate directamente, pero todo lo que le sigue no es algo que nos gustaría ver.
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