Ya ha ocurrido y volverá a suceder. El impacto de un asteroide contra la Tierra es una amenaza real. Y para causar grandes daños no tendría que ser tan enorme como el que hace 65 millones de años aniquiló a los dinosaurios y al 75% de las especies que vivían entonces (se cree que medía unos 10 kilómetros).
Nadie detectó, sin embargo, el objeto que iba a caer en Rusia. Ni siquiera con el mínimo tiempo necesario para haber podido evacuar a la población. «Ese mismo día estábamos centrados en otro asteroide [2012 DA14] que iba a hacer su máxima aproximación a la Tierra y que precisamente había sido descubierto aquí, en España. Desafortunadamente, el objeto que cayó en Rusia venía en la misma dirección que el Sol, que nos cegó, impidiendo que pudiera ser visto y detectado a tiempo», explica el científico de la NASA Jason Kessler (Ohio, 1971) durante una entrevista con EL MUNDO en Madrid, donde participó en el Congreso de Mentes Brillantes organizado por El Ser Creativo.
De lo que no tiene dudas es de que se trató de dos sucesos astronómicos independientes: «Estamos seguros al 100% de que la aproximación del asteroide 2012 DA14 y el episodio de Chelyabinsk no estaban relacionados. Sus órbitas eran distintas», asegura Kessler, director del Asteroid Grand Challenge. Se trata de un programa que la NASA creó en junio del año pasado y que está centrado en recabar ideas y la colaboración de científicos y profesionales de distintos ámbitos, aficionados a la astronomía, empresas, instituciones y ciudadanos de todo el mundo para aprovechar su talento y elaborar un plan que permita, en el futuro, hacer frente a un objeto rocoso peligroso.
Hay alrededor de un millón de rocas con un tamaño inferior a 30 metros, es decir, más grandes que la de Chelyabinsk (de 17 metros), que tampoco tienen localizadas: «Dependiendo de dónde cayeran, potencialmente podrían destruir una ciudad. De modo que parte de nuestro esfuerzo consiste en descubrir sus trayectorias para poder averiguar qué amenaza representan realmente», sostiene.
El riesgo de choque, pues, no parece inminente pero tampoco está descartado: «Podría impactar un objeto, pero basándonos en los modelos y en la frecuencia con la que asteroides de distintos tamaños chocan contra la Tierra, es improbable que en nuestro tiempo de vida caiga un objeto lo suficientemente grande como para causar una gran destrucción». Kessler reconoce que las probabilidades y las estadísticas pueden resultar conceptos complejos y estamos ante un asunto difícil de explicar a la población.
Atrapar un asteroide
El corazón de esta iniciativa de la NASA es una polémica misión de exploración espacial anunciada el año pasado (Asteroid Redirect Mission) que consistirá en atrapar un asteroide (de entre tres y siete metros probablemente), redirigirlo y conducirlo hasta una órbita estable cercana a la Luna con una nave robótica. Posteriormente, en la década de los años 20, se enviará a un equipo de astronautas en la nave espacial Orion (cuya primera prueba de vuelo sin tripulación se realizó con éxito la pasada semana) para que trabajen en su superficie, tomen muestras y las traigan de vuelta a la Tierra.
El plan para atrapar un asteroide ha recibido críticas en EEUU por parte de aquellos que dudan de la utilidad de una misión tan cara y compleja. Kessler, sin embargo, no tiene dudas de que «merece mucho la pena» llevar a cabo este proyecto, en el que él no está involucrado directamente: «Nos permitirá mover por primera vez un objeto del Sistema Solar y trabajar sobre la superficie de un asteroide, al igual que la misión Rosetta acaba de hacer en el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko. Los humanos nunca han hecho algo así. Además, se ensayarán técnicas que necesitaremos para ir a Marte. Es un paso más para ese viaje», argumenta.
Asimismo, Kessler considera que el trabajo que se hará en la misión para redirigir un asteroide resultará muy útil para poder llegar a desarrollar tecnologías que permitieran salvar a la Humanidad en el futuro de la amenaza de un asteroide: «Por primera vez se hará un experimento para comprobar si una nave espacial es capaz de cambiar la órbita de un asteroide. Nuestras soluciones para mitigar este peligro son sólo ideas y modelos que tenemos en la Tierra, pero no hemos podido probarlas. Y esta misión para redirigir un asteroide nos da la oportunidad de hacerlo». Además, añade, «lo fantástico de esta idea es que para buscar un objetivo para esta misión tripulada necesitamos usar telescopios. Y es una fuente para buscar al mismo tiempo asteroides que puedan resultar peligrosos».
«Para mí, lo más emocionante del Asteroid Grand Challenge es que trabajamos en un problema que nos afecta a todos como especie. Encontrar un asteroide que suponga una amenaza a la población mundial es una preocupación común. Y no tenemos que confiar la solución sólo a los expertos», afirma. Se trata, dice, de aunar esfuerzos para ser capaces de hacer frente a ese riesgo, pero sin alarmar a la población. Porque, como dice la NASA, los dinosaurios no contaban con un programa espacial
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