La crisis hipotecaria y la posterior quiebra de Lehman Brothers tomó a todos por sorpresa, y las repercusiones fueron tan graves que cuando llegó el momento de dar una respuesta, los legisladores estaban tan asombrados como el resto de nosotros y realmente muy mal preparados.
En estos seis años que pasaron desde el colapso de Lehman, se puso mucho esfuerzo en pensar acerca de la próxima crisis y la manera de fortalecer las normas y prácticas financieras para que puedan amortiguar las consecuencias. ¿Ha sido este esfuerzo productivo? ¿Serán las repercusiones de la próxima crisis menos perjudiciales?
¿Otra crisis bancaria?
La respuesta, como pasa muchas veces con muchos conceptos de la economía, es: depende. Depende en particular de la forma que adopte la próxima crisis. Lo más obvio es que la crisis podría ser provocada por el colapso de un banco grande, similar a la quiebra bancaria de Estados Unidos y otros países en 2007 y 2008. Los bancos están altamente endeudados y es muy difícil obtener información acerca de su estado real.
Esto significa que siempre están en riesgo de quebrar. Por lo tanto, los gobiernos se han centrado en hacer que el sistema bancario sea más sólido y capaz de soportar el fracaso de una gran institución financiera. Ahora los bancos están obligados a mantener más capital para que así tengan un gran almohadón que les permita absorber las pérdidas ante el colapso de alguno de ellos.
Por eso ahora están sujetos a ciertos requisitos de liquidez, para garantizar que disponen de recursos suficientes si el mercado interbancario, que es el que les permite que puedan tomar prestado de un día para el otro, se agota. Los reguladores han tomado medidas para eliminar las expectativas de un rescate de los contribuyentes, y han reformado las prácticas de compensación con la esperanza de que esto los disuada de asumir riesgos excesivos. Las quiebras bancarias todavía van a ocurrir, pero estas son algunas de las razones por las que se espera que sus repercusiones sean menos severas.
¿Otra crisis del Euro?
Alternativamente, la próxima crisis podría ser provocada por la inseguridad, como las que ocurrieron en 2012 que tenían que ver con la supervivencia del euro. Elecciones en uno u otro país europeo podrían llevar al poder a un partido de oposición que esté determinado a abandonar el euro.
El partido Syriza, que representa a la oposición de izquierda en Grecia, es probable que forme parte del próximo gobierno de Atenas si se celebran elecciones parlamentarias durante la próxima primavera. Marine Le Pen actualmente lidera las encuestas de opinión en Francia y se ha comprometido a sacar al país del euro en su primer día en el cargo.
Si a un país se lo ve como a punto de abandonar el euro se genera la expectativa de que otros lo seguirán. Los resultados podrían ser corridas en bancos y en los mercados financieros de toda Europa producto del pánico. Ahora los líderes están claramente mejor preparados que en 2012, antes de que el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, se comprometiera a “hacer lo que fuese necesario” para mantener la integridad de la zona del euro.
En caso de alarma ahora esperamos que el BCE inunde inmediatamente los mercados financieros con dinero en efectivo. Esperamos que compre todos los seguros que estén a la vista si hacerlo fuera necesario para mantener unida a la eurozona. Una salida aislada del euro sería perjudicial.
¿Una crisis geopolítica?
La próxima crisis también podría ser provocada por un evento geopolítico: el empeoramiento del conflicto en Ucrania o en Medio Oriente, o un enfrentamiento naval entre China y otros países que bordean el mar meridional de China. Este tipo de acontecimientos perturbaría inevitablemente a los mercados financieros.
Pero serían más propensos a crear problemas en otros países y no en Estados Unidos, que sigue siendo el único y verdadero paraíso del mundo. Es probable que las tensiones geopolíticas creen una fuga hacia adentro (y no hacia afuera) de los mercados de Estados Unidos. Pero también existe el peligro de una crisis originada en Estados Unidos.
EE. UU. es visto como un refugio porque sus mercados financieros tienen mucha liquidez, lo cual hace posible, comprar y vender títulos públicos y privados a bajo costo en cantidades prácticamente ilimitadas.
Agravando el problema Pero las reformas financieras recientes, como la regla Volcker y los cambios en los requisitos de capital para los bancos, han hecho que sea más caro para las instituciones financieras estadounidenses mantener inventarios de títulos y bonos.
En consecuencia, se puede observar que los que administran estos instrumentos están dejando de usarlos, por los que sus precios podrían desmoronarse. Entonces las primas de liquidez, que son los rendimientos adicionales que los inversionistas exigen para comprar un seguro que no puede ser convertido fácilmente en efectivo, explotarían, y los fondos negociados en bolsa con posiciones en dichos activos, podrían verse imposibilitados de poder canjear sus acciones.
Funcionarios como Mark Carney, gobernador del Banco de Inglaterra, han estado advirtiendo acerca de este peligro con la esperanza de que las advertencias lleven a los inversores a estar mejor preparados. Tal vez esas advertencias tengan algún efecto. El tiempo dirá.
Pero éstas son las “incógnitas conocidas”, para citar a Donald Rumsfeld. Estos son los riesgos, de la crisis que podemos percibir, y para los que nos estamos tratando de preparar porque se asemejan a las crisis ocurridas en el pasado.
Ha habido antes otras quiebras bancarias. La zona euro tuvo una experiencia cercana a la muerte en 2012, tal como ya lo describí aquí. El repentino aumento de los rendimientos de los cuales nos advierte Carney se asemejan a la crisis de liquidez como resultado de la insuficiencia de fondos de cobertura denominados “Gerencia de capitales a largo plazo” (LTCM, por sus siglas en inglés), en 1998.
Es probable que estos tipos de crisis sean manejables, precisamente porque tienen una historia. Son más peligrosas las “incógnitas desconocidas” de Rumsfeld, estas son las crisis financieras que provienen de fuentes inesperadas.
La historia no nos proporciona ninguna orientación acerca de su forma; todo lo que sabemos es que habrá algunas. Y la otra cosa que la historia financiera nos asegura es que su impacto va a ser severo. Barry Eichengreen es profesor de economía y ciencias políticas en la Universidad de California-Berkeley.
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