El fantasma de Fukushima aún sigue ahí, representando un peligro para todo el mundo, aunque los medios de comunicación hayan decicido ignorarlo convenientemente.
Una de las últimas investigaciones que apenas han trascendido en algunos medios, es que los investigadores han hallado la presencia de un nuevo tipo de material relacionado con el accidente de la central nuclear de Fukushima Daiichi.
Anteriormente, ya se había informado del hallazgo de “un material negruzco” por todo Japón. Se trataba de un polvo negro altamente radiactivo que se halló en cunetas y carreteras en lugares tan alejados de Fukushima como Tokio. Hablamos de ello en el artículo ¡Fukushima, mucho peor de lo que nos dicen!
El correspondiente análisis de materiales de esa sustancia negruzca, la relacionó con la fusión dentro de los reactores de Fukushima Daiichi.
Imagen microscopica de una partícula de la sustancia de polvo negro hallada en Namie
El nuevo material hallado sigue la misma senda y también está vinculado directamente con las fusiones de los reactores.
Los investigadores en Japón han encontrado nuevos materiales que describieron como “pequeñas partículas esféricas de cristal altamente radiactivas”.
Estas nanopartículas de vidrio son estructuralmente muy diferentes a la sustancia negra y incluyen incluyen altos niveles de cesio radiactivo.
Una partícula de vidrio con la etiqueta NWC-1 se recogió en Nihonmatsu en 2011 después del desastre inicial. Nihonmatsu es una población de 56.000 habitantes situada aproximadamente a 40-45 kms en línea recta al oeste de Fukushima Daiichi, pero que está situada fuera de la zona de evacuación; así pues, en la actualidad está habitada sin restricciones de ningún tipo.
Los investigadores descubrieron que la radiactividad era más alta en el centro de la partícula, lo que indica que el contenido en cesio fue incorporado a la partícula de vidrio durante la fase de fundido de los reactores, durante el incidente de 2011.
La partícula de vidrio también contiene materiales que indican que alberga hormigón de la vasija de contención del reactor, o agua de mar que se inyectó durante la fusión para detener los incendios.
Este dato es significativo, ya que muestra que este material se formó después de que el combustible fundido empezara a quemar la vasija del reactor y indica también que había comenzado a quemar el suelo de hormigón del recipiente de contención, o que en todo caso, se formó después de que se inyectara agua de mar para apagar los incendios.
Las inyecciones de agua de mar se produjeron bastante tarde durante la crisis y investigaciones más recientes muestran que la totalidad o la mayor parte del agua inyectada en los edificios fluyó en la dirección equivocada y no llegó a las vasijas de los reactores.
El momento de la creación de estas esferas de vidrio microscópicas estaría pues entre el momento de la primera fractura de la vasija del reactor y el inicio de la inyección de agua de mar que se realizó a continuación. Esto puede ayudar en el futuro a identificar de qué reactor en concreto procede y qué eventos específicos pueden haber creado estas nanoesferas.
Lo que sí ha trascendido es que la ubicación de la partícula, hallada en la ciudad de Nihonmatsu, ha resultado ser algo inesperado por los científicos.
Nihonmatsu está situada al oeste de la planta y por lo tanto, no se encuentra en la trayectoria de los penachos radiactivos documentados que se desplazaron al noroeste y hacia el sur de la zona del desastre.
Esto parece indicar que los materiales contaminados expulsados de los reactores fueron transportados mucho más allá de lo que en un principio se creía.
De hecho, una segunda nanoesfera de cristal altamente radiactiva fue encontrada en la hoja de un cedro en Fukushima, en una área que no ha sido especificada.
Estas partículas de vidrio son lo suficientemente pequeñas en tamaño como para ser potencialmente inhaladas por los seres humanos u otros animales.
En este momento los investigadores desconocen el grado de diseminación geográfica de este material.
Este hecho demuestra que los materiales expulsados directamente desde el interior de los reactores durante las explosiones de las primeras horas del incidente, se distribuyeron a una gran distancia.
Debido a la alta radiactividad acumulada dentro de estas esferas de vidrio, podrían plantear un riesgo significativo para la salud.
Este descubrimiento se produjo a principios de febrero, poco antes de que se hiciera oficial que Japón acusa a tres exdirectivos de TEPCO por el desastre nuclear de Fukushima.
Al respecto, la Oficina Fiscal de Tokio ha organizado un comité de investigación judicial para definir si tres de los antiguos ejecutivos de la Compañía Eléctrica de Tokio (TEPCO) son responsables de no haber tomado medidas a tiempo para evitar el accidente que vivió la central nuclear de Fukushima en marzo de 2011 tras recibir el azote de un tsunami.
La prueba principal de la acusación es un informe que los ejecutivos recibieron en junio de 2009.
En ese documento se detallaba el riesgo de que las instalaciones recibieran el impacto de un tsunami de 15,7 metros de altura. Además, la Fiscalía acusa a estos exdirigentes de ser culpables indirectos de la muerte de las 44 personas que fallecieron a causa de la catástrofe.
Sin embargo nadie habla de la amplia responsabilidad del gobierno de Japón, corrompido hasta la médula por los intereses de las grandes industrias y particularmente de TEPCO, el operador de la central nuclear de Fukushima.
De la misma forma, nadie habla del silencio cómplice de todos los medios de comunicación a escala mundial, que han decidido ignorar las graves consecuencias medioambientales que puede tener a largo plazo el accidente de Fukushima y que lo han acabado enterrando en noticiarios y informativos diversos, como si fuera una anécdota del pasado sin más consecuencias.
Por lo visto, el periodismo actual puede dedicar millones a retransmitir todo tipo de deportes, informarnos sobre cotilleos de los futbolistas o de los parásitos improductivos de la alta sociedad y dedicar horas y horas a hablar de los dichosos vestidos que llevaban las actrices en la última gala de los Óscar.
Sin embargo, no parece haber demasiados periodistas dispuestos a indagar sobre la verdad que nos ocultan en el accidente de Fukushima: por lo visto, su amo no les ha dado permiso para hacerlo.
Así de miserable es la gran mayoría del periodismo actual, hasta el punto de que no les parece importar ni su propia salud ni la salud del planeta que habitan.
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