En la zona dónde tenía que aterrizar el avión, este fenómeno climático "ya se observaba desde una altura de 629 metros y se extendía a casi 10.000 metros", señaló el meteorólogo.
Se trata de las corrientes en chorro, unos flujos de aire rápidos y estrechos. La mejor analogía para comprender este fenómeno, según Tishkovets, es “una tubería de cientos de kilómetros de diámetro” por la que sopla el viento a hasta 900 kilómetros por hora, la velocidad a la que vuelan los aviones de pasajeros a una altura de 10 kilómetros.
En la zona dónde tenía que aterrizar el avión “esta corriente de chorro ya se observaba desde una altura de 629 metros y se extendía a casi 10.000 metros”, precisó el experto.
Los pilotos tratan de evitar las corrientes en chorro, ya que si su avión entra en ella la velocidad de la aeronave puede disminuir en 100 kilómetros por hora en un instante. “Y esto es fatal, porque a 300 kilómetros por hora un avión no puede mantenerse firme, pierde estabilidad”, remarcó Tishkovets.
“Al Boeing [de Flydubai], al parecer, le pasó algo similar a partir del segundo intento de aterrizaje y, como se ve en la grabación, cayó casi verticalmente“.
La madrugada del sábado 19 de marzo un avión Boeing 737-800 de la compañía aérea Flydubai de los Emiratos Árabes Unidos se estrelló cerca de la ciudad de Rostov del Don, en el sur de Rusia. 62 personas murieron, de las que 55 eran pasajeros y siete, miembros de la tripulación.
El avión realizó 12 vueltas sobre el aeropuerto tratando de quemar combustible después del primer intento de aterrizaje y se estrelló durante la aproximación en el segundo intento de descenso. Entre los dos intentos pasaron casi dos horas. El avión explotó al estrellarse contra el suelo.
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