El inicio de cada año abre la puerta a la especulación sobre lo que podríamos esperar en torno a las profecías. La mejor manera de discernir asertivamente los signos de los tiempos que en todos los órdenes de la vida estamos viviendo al día de hoy es diferenciar el kairós del cronos.
El término griego kairós representa el lapso de tiempo indeterminado en que algo importante sucede o sucederá. Por su parte el cronos se refiere al tiempo medible en años, meses, semanas, días, horas, minutos y segundos. Dicho en otras palabras, el kairós es de naturaleza cualitativa y el cronos es de naturaleza cuantitativa. Según la mitología griega, Kairós era un dios medio desconocido, pero Cronos era la divinidad por excelencia de la época, ni más ni menos que el principal de la primera generación de titanes, descendientes divinos de Gea (tierra) y Urano (cielo).
Ahora bien, el kairós y el cronos no se excluyen sino se complementan. El uno es presupuesto del otro. A los hombres nos toca por mandato evangélico discernir el kairós, es decir, aprender a identificar las señales de los tiempos: “Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca, a las puertas” (Mc. 13, 29). Por su parte el cronos le es exclusivo absolutamente a Dios, pues Él es el dueño del tiempo y se ha reservado el día y la hora de cada acontecimiento en Su Infinita Sabiduría y Providencia. Por eso nos alerta Jesucristo que siempre estemos preparados: “Porque no sabéis el día ni la hora” (Mt. 25, 13).
Una Tentación Común
Ha sido recurrente a lo largo de la Historia que los hombres nacidos de mujer (Mt. 11, 11) – fruto de una tentación, en ocasiones por vanidad, confusión, y no pocas veces por el mismo enemigo de Dios – se arrogan el derecho de querer fijar el cronos divino, poniéndole fechas a los acontecimientos proféticos, dando como resultado que se equivoquen una y otra vez.
Con la proximidad del final de los tiempos anunciado en las Sagradas Escrituras y revelado privadamente por muchos místicos y santos de la Iglesia Católica, y principalmente dentro de los mensajes de las apariciones de la Santísima Virgen María, este fenómeno se ha venido acrecentando y se ha hecho común fijar los principales eventos proféticos del final de los tiempos, enmarcándolos en ciertos años, meses e incluso días.
Dentro de estos eventos proféticos anunciados en fechas concretas encontramos, entre otros: la aparición del Anticristo; el inicio de la Tercera Guerra Mundial; la última semana de años antes del fin que habla Daniel, así como la firma o tratado de paz que hará el Anticristo con muchas naciones para dar inicio a la semana de 7 años de la que habla el mismo profeta (9, 24–27). Dentro de las profecías marianas está el llamado gran Aviso de Dios que se encuentra profetizado en varias mariofanías, especialmente en Garabandal, España. También el gran Milagro que ocurrirá un jueves que coincidirá con la fiesta de un santo mártir de la Eucaristía, precisamente en el pueblo de Garabandal, dentro de la Cordillera Cantábrica al norte de España. Dentro del ámbito eclesial se han señalado años y fechas para la aparición del falso profeta anunciado en Apocalipsis (13); también un cisma en la Iglesia de proporciones gigantescas. Fátima nos anuncia también la huida de un Santo Padre vestido de blanco sobre los cadáveres de sus sacerdotes. Y también para esto se han anunciado fechas en años concretos. O dando nombre y apellido por anticipado a los personajes del Apocalipsis, como quién es el falso profeta o el anticristo, etc.
Esta desmedida conducta o manía de querer anunciar fechas sobre los distintos eventos proféticos del final de los tiempos causa daño a las almas, ya sea por exceso o por defecto. Por exceso pues al saber supuestamente la inminencia de un acontecimiento provoca en las personas una afectación en su vivir diario: algunos abandonan su trabajo profesional y se van a vivir al campo para esperar los acontecimientos; otros sufren de estrés emocional pues lo que va a suceder les sobrepasa a su comprensión humana y caen en una gran depresión; así se van ejecutando quehaceres en función de lo que ya es inminente, provocando en otros una especie de euforia mística pero que a la postre no ayuda a la verdadera y profunda conversión, que es lo que realmente el Cielo pide en estos tiempos.
Por defecto tampoco ayuda a las almas, pues al no cumplirse lo anunciado (y tenemos desde 1960 anuncios de todos estos acontecimientos) provoca un efecto devastador a toda las profecías bíblicas y marianas, pues parecería que su incumplimiento lo único que denota es que todo eso que se dice simple y sencillamente es falso, y se provoca así un gran descrédito, tergiversación y manoseo a lo que es tan sagrado como es el don de la Profecía. Además, con el agravante que el deseo de conversión se va perdiendo hasta desaparecer al no cumplirse lo profetizado en los tiempos anunciados.
Este servidor reconoce que en algún tiempo fui tentado a ello, sobre todo al final del Pontificado de Juan Pablo II. Pero ahora se ha madurado y entendido a cabalidad que lo más importante es el discernimiento del kairós, de las señales de los tiempos que estamos viviendo ahora y que sin duda alguna nos van acercando inexorablemente al tiempo del cronos. Esto ayuda a fortalecer las bases de una buena preparación espiritual que incentiva una sólida conversón del alma.
Estamos Cerca, a las Puertas
Todo lo anterior no significa, como muchos creen, que las profecías escatológicas del final de los tiempos sean fruto de mentes calenturientas. O incluso, se llega a aceptar la veracidad de estas profecías, pero hay quienes afirman que no hay forma de saber su inminencia pues siempre ha habido males, guerras, desastres naturales, etc., por lo que pueden ocurrir ahora o dentro de 50 años.
Pero no es así. Existen pruebas más que suficientes, para quien quiera verlas, que se han venido cumpliendo las señales anunciadas, y particularmente podríamos decir dos muy importantes: primero, el regreso de los judíos a Palestina, y que después de haberse constituido Israel en estado en 1948, han ido recuperando su tierra a partir de 1967 en la Guerra de los Seis Días, profecía que estuvo casi 2,000 años en espera de cumplirse. El segundo gran acontecimiento es la Santísima Virgen María, la señal de la Mujer en el Cielo (Ap. 12) que con sus manifestaciones en los 5 continentes por los últimos 200 años confirman que hemos llegado a los tiempos del fin de esta época (no el fin de la Historia, que es otro concepto).
Así que no debemos asumir la postura contraria y extrema de que no pasa nada o que si pasa algo no sabremos cuándo tendrán lugar los acontecimientos. No, sí sabemos, pues el kairós nos lo confirma. Y este kairós nos permite confirmar que lo anunciado en Mateo 24, Lucas 21 y Marcos 13 irá in cescendo a lo largo de este 2016:
“Guerras, rumores de guerras; hambrunas, pestes, enfermedades y grandes terremotos en diferentes lugares de la tierra…
…Se levantará pueblo contra pueblo y nación contra nación…
…Habrá terror y grandes señales en el cielo… Y con el crecimiento de la maldad se enfriará la caridad y serán perseguidos y odiados por causa de mi nombre…
…Y habrá gran expectación entre los habitantes de la tierra por las cosas que están por venir, porque las potencias de los cielos serán conmovidas…
…Y habrá falsos profetas que engañarán a muchos incluso a los mismos elegidos…
Esta profecía de Jesucristo nunca como ahora tiene plena vigencia, pues constatamos la división, el odio, el rencor, la maldad entre las sociedades y las familias; entre los pueblos y las naciones que genera terror, muerte y violencia. La naturaleza cada día más clama venganza y se ha vuelto contra el mismo hombre con mayores desastres naturales que envuelven los cuatro elementos: fuego, tierra, agua y viento.
Pero lo más grave y doloroso es la división entre pastores poniéndose en tela de juicio los principales dogmas de la fe cristiana en medio de una grandísima confusión entre los pastores y los fieles. Asimismo, ya es de conocimiento público la mala vida de las personas consagradas a Dios, afectando con todo esto a la moral y espiritualidad de los hijos de la Iglesia, y por extensión, a la mayoría de los habitantes de la tierra. Lo anterior contribuye a un mayor odio a la fe, a la Iglesia, al Papa y a los cristianos en general, que cada vez son más perseguidos.
Pero todo esto es el comienzo de los dolores de parto. A la humanidad le esperan largos años de dolor y sufrimiento como no ha habido desde que el mundo comenzó. Y a la Iglesia le espera la más grande división, oscuridad y persecución desde que fue fundada.
Y ciertamente estamos también ante la inminencia de grandes eventos de origen cósmico consecuencia de una inestable zona rara del universo que traerá efectos a toda la tierra. Incluso hay quienes afirman que en este año 2016 tendrá lugar el profetizado Aviso de Dios a la humanidad – donde todos los hombres entraremos en una especie de éxtasis y veremos espiritualmente nuestro interior y el estado de nuestra alma - pero no parece que las condiciones para este gran evento universal y que también están profetizadas se hayan cumplido. Primero deben ocurrir ciertos sucesos que harán que verdaderamente nos encontremos en el peor momento de la historia, tanto en el campo político, como económico, natural, social y eclesial. Mientras esto no suceda el AVISO profetizado no tendrá lugar aún.
Este evento universal sin duda ocurrirá en la tierra, así como otros profetizados de carácter universal, lo mismo el cisma que vendrá a la Esposa de Cristo, donde la verdadera Iglesia se separará de la falsa, pero al menos esto no tendrá lugar ni se habrá consumado hasta que no concluya el Pontificado del Papa Francisco. Esto es lo que se desprende de una lectura atenta y prospectiva de las verdaderas y auténticas profecías.
Juan y Daniel
Ahora bien, aunque el cronos le compete a Dios, existen profetas que comparten esa sabiduría divina. En efecto, son dos los profetas que tienen, por decirlo así, las “llaves del tiempo”: Daniel y Juan. Daniel tiene tres profecías del tiempo: “los tres tiempos y medio” (7, 25); la profecía de las “dos mil trescientas tardes y mañanas” (7, 13 – 14) y las “setenta semanas” (9, 24 – 27). Pero a Daniel, el Señor le dice claramente: “Guarda en secreto estas palabras y sella el libro hasta el tiempo del Fin” (12, 4).
Por su parte, Jesucristo le dice a Juan: “No selles las palabras proféticas de este libro, porque el tiempo está cerca” (22, 10) y en otro capítulo muy importante (10), y que pasa desapercibido para la gran mayoría, Juan tiene una visión de un Ángel poderoso, que juró por Aquél que vive por los siglos de los siglos… y gritó: “Ya no habrá más dilación (…) pues se va a consumar el Misterio de Dios, según lo había anunciado como buena nueva a sus siervos los profetas” (10, 6 – 7) y tú, “tienes que profetizar de nuevo, contra muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes” (10, 11). ¡Todo lo anterior para quien tenga sabiduría!
Por tanto, no subestimemos a Dios en cuanto a fechas y tiempos se refiere. Dios, estando en la eternidad donde no hay tiempo –el no tiempo– es, sin embargo, dueño del tiempo, del pasado y presente. Todo lo tiene pesado y medido. Y el fin está fijado.
El Fin está Fijado
Desde el principio Dios tiene determinada cada hora, minuto y segundo de cada acontecimiento de la historia. Cuando se suele decir que “Dios concedió un tiempo adicional para tal o cual evento”, o “que por las oraciones de los fieles se ha pospuesto un suceso”, o “que Dios le ha dado una nueva oportunidad” o “que no era su tiempo”, etcétera, aún en estas eventualidades que alejan o acercan acontecimientos en el mundo, según las oraciones de los fieles, Dios lo ha previsto todo desde siempre. Entonces, con mayor razón los tiempos finales han sido determinados.
“Mira voy a manifestarte lo que ocurrirá al fin de la ira, porque el fin está fijado” (Dn. 8, 19).
Ciertamente toda la escritura revela tiempos y fechas, pero es para quien tenga sabiduría. Cada cifra, cada número, cada matemática dada por Dios a través de los profetas en el Antiguo Testamento, o mencionado por Jesucristo en el Nuevo Testamento, tiene una razón específica que marca un tiempo o un propósito más profundo. Más aún, el arcano de Dios es el número 7, pues es el símbolo de lo perfecto. Toda su creación se sustenta en el 7, de ahí que haya creado al mundo en 7 días o 7 tiempos. Toda la historia está perfectamente dividida en “7 grandes días”; y a su vez, el día del hombre, el sexto, ha sido dividido en “7 días”, comenzando en el domingo –primer día de la semana y terminando el día sábado, 7mo día de la semana del hombre– y basado en la historia y la matemática se concluye con certeza matemática divina que hemos llegado al final de los tiempos.
Y sí, algunos que caminan por la tierra lo saben pero no lo dicen ni lo dirán, hasta que el ángel haya tocado la trompeta de Dios. Mientras tanto, a nosotros nos toca estar preparados y discernir la inminencia, pues no sabemos el día y la hora. Pero las profecías dicen que sí, que estamos cerca...
Luis Eduardo López Padilla
http://www.apocalipsismariano.com/index.php/articulos/signos-de-los-tiempos/491-cronos-y-kairos-del-2016
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