Los científicos han demostrado que la Tierra produce un flujo de calor, pero se desconoce su origen. La hipótesis más probable es que la fuente sea de carácter radiactivo, según los estudios del grupo de investigadores de Gran Sasso National Laboratory, Italia, publicados en el portal Physical Review D. Aproximadamente la mitad de los neutrinos producidos por las fuentes naturales subterráneas provienen del manto de la Tierra, y no de la corteza terrestre, de acuerdo con el análisis. Los investigadores anuncian la detección de 24 neutrinos producidos por el decaimiento radiactivo dentro de la Tierra durante siete años.
El decaimiento constante de isótopos radiactivos de largo periodo dentro de la Tierra calienta el planeta y emite flujos de neutrinos, que se pueden observar a través de los grandes detectores de neutrinos, como Borexino y KamLAND.
De todos los isótopos radiactivos de larga vida conocidos, solo el uranio-238 y el torio-232 son suficientemente abundantes para «calentar» el planeta a lo largo de su vida. Los investigadores de Borexino de Gran Sasso Laboratory, encabezados por Aldo Ianni, calcularon la cantidad total de calor generado por los decaimientos radiactivos y concluyeron que la Tierra genera cerca de 47 teravatios de energía desde su interior, aunque aclarar la parte que aporta el georreactor que se encuentra bajo la tierra solo será posible al terminar la construcción de los detectores más potentes, ahora en construcción, como LENA.
Cabe mencionar que a diferencia de otros tipos de radiación, la radiación que producen los neutrinos puede atravesar fácilmente cualquier obstáculo. Eso se debe a la inercia física de las partículas, lo que, a su vez, dificulta su detección y las hace inocuas. Cada minuto nos atraviesan enormes cantidades de neutrinos a alta velocidad sin causar ningún daño.
Con más datos y más tiempo, los investigadores esperan obtener más información sobre la distribución de los isótopos radiactivos en el interior de la Tierra y precisar su cantidad y la naturaleza del calor. Los estudios actuales apenas permiten distinguir los antineutrinos producidos por el decaimiento de uranio-238 o de torio-232 analizando la energía de las partículas, explica Aldo Ianni.
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