La fuerza de las mareas asociadas a las fases lunares aumenta la probabilidad de seísmos graves

Entender el fenómeno requiere detenerse un momento en la geometría de las fases lunares. La luna llena y la luna nueva ocurren cuando el Sol, la Tierra y la Luna están (casi) alineados. Luna llena es cuando la Tierra está (casi) en medio del Sol y la Luna, y por tanto vemos la Luna totalmente iluminada por el Sol. Luna nueva es cuando la Luna está (casi) en medio del Sol y la Tierra, y por tanto no vemos la mitad de la Luna que está iluminada por el Sol. Los casi son importantes porque, cuando la alineación de los tres cuerpos es exacta, lo que tenemos es un eclipse.
Las dos fases extremas de la Luna (llena y nueva) son responsables de las mareas vivas, porque la gravedad del Sol se suma a la de la Luna para levantar el nivel de los océanos. En luna llena, Sol y Luna tiran del agua desde extremos opuestos; en luna nueva, tiran desde el mismo lado; pero en ambos casos el efecto es que las fuerzas gravitatorias de Sol y Luna se unen en vez de anularse, causando las mareas vivas.
Visto esto, no resulta tan exótico que las fases lunares extremas se asocien a los grandes terremotos. Los científicos japoneses conjeturan que las fallas terrestres que están en un equilibrio precario, o a punto de deslizarse, pueden recibir el empujón definitivo debido a las fuerzas de marea, que pese a su nombre no solo actúan sobre el agua, sino también sobre los estratos sólidos donde están las fallas. Estas fuerzas, como hemos visto, alcanzan su máximo en luna llena y luna nueva.

En cualquier caso, Satoshi y sus colegas opinan que las fases de la Luna deberán tenerse en cuenta para calcular la probabilidad de terremotos en las zonas sísmicas. No es el hombre lobo, pero algo es algo.
(Fuente: elpais.com)
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