Cuando un fuerte sismo sacudió el norte de Chile el primero de abril, científicos se apresuraron a dar una explicación: Había ocurrido a lo largo de una falla donde las tensiones se habían estado acumulando conforme una de las placas de la corteza de la Tierra se metía lentamente debajo de otra. Un clásico caso de megasismo de ángulo bajo, le llamaron.Esa explicación quizá parezca clara ahora, pero hasta bien entrado el siglo XX, los científicos sabían relativamente poco sobre el mecanismo detrás de estos grandes eventos sísmicos. Pero todo eso cambio cuando un devastador terremoto sacudió la zona sur-central de Alaska el 27 de marzo de 1964, poco más de 50 años antes del sismo chileno.
Los estudios del gran terremoto de Alaska – emprendidos en gran medida por un geólogo que, cuando empezó, sabía poco de sismología – revelaron el mecanismo vinculando los cambios observados en el paisaje con lo que entonces era una teoría, las placas tectónicas.
Esa teoría, que la capa superior de la Tierra consiste de grandes placas tectónicas que se mueven y chocan, ayuda a explicar la formación de las montañas, los volcanes y otros elementos de la tierra, así como la ocurrencia de terremotos. El sismo chileno, que tuvo una magnitud de 8.2 grados y causó la muerte de al menos seis personas, sucedió donde una placa oceánica, la Nazca, se desliza por debajo de una continental, la Sudamericana, en un ángulo superficial.
Pero en 1964, las placas tectónicas tenían muchos escépticos, y hasta el suceso de Alaska y al trabajo del geólogo, George Plafker del Sondeo Geológido de Estados Unidos, nadie había hecho la conexión entre estos movimientos de las placas y los terremotos.
“Las placas tectónicas fueron propuestas originalmente como una teoría cinemática; giraba en torno de desplazamientos, movimientos y velocidades”, dijo Arthur Lerner-Lam, subdirector del Observatorio de la Tierra Lamont-Doherty, parte de la Universidad de Columbia. “El gran logro fue vincular los sismos con estos movimientos”.
El terremoto de Alaska, que sacudió a la parte sur-central del estado a última hora de la tarde de un Viernes Santo, tuvo una magnitud de 9.2 grados, lo que le hizo el sismo más poderoso jamás registrado en Norteamérica, y el segundo más poderoso en el mundo después de un terremoto en Chile en 1960. La tierra se sacudió violentamente en un área enorme durante unos cuatro minutos y medio. Más de 125 personas murieron.
El sismo provocó un tsunami que se extendió por el Pacífico. Pero la mayoría de las muertes ocurrieron en las localidades y aldeas costeñas de Alaska que fueron afectadas por tsunamis locales, los cuales se generaron por depresiones o aludes subacuáticos cerca de la costa. Algunas áreas estaban inundadas aun antes de que cesara la sacudida, y la altura del agua alcanzó casi los 46 metros en algunos casos. En el puerto de Valdez, mucho del litoral desapareció rápidamente conforme los sedimentos de que estaba formado se convertían en gelatina y colapsaban.
“Esto fue durante la Guerra Fría”, dijo Peter J. Haeussler, un geólogo del sondeo geológico en Anchorage. “Hubo muchas personas que creyeron que había estallado una bomba nuclear”.
Plafker había hecho previamente un mapeo geológico en Alaska – para comprender mejor el potencial de recursos del estado, no su riesgo de sismos – y estaba en Seattle en una reunión científica cuando ocurrió el sismo.
“Necesitaban a alguien que fuera ahí y evaluara lo que realmente sucedió”, dijo Plafker, quien a los 85 años sigue yendo regularmente a la oficina del sondeo en Menlo Park, California, y está involucrado en investigación. La agencia lo envió ahí un día después con otros dos científicos.
“Era lo común”, dijo. “Cualquiera que estuviera cerca y supiera algo del área era enviado, y simplemente se esperaba que supiera todo”.
Según algunas estimaciones, un área de dos tercios el tamaño de California había resultado afectada por el temblor, y los científicos se dispusieron a estudiar los cambios. Lo que encontraron fue asombroso: piedras cubiertas de percebes que se habían elevado y ahora estaban en alto y secas.
“Al principio no fue realmente claro”, dijo Plafker. “Pero en estas que se habían elevado, los percebes se secarían y se volverían blancos; es casi como pintar una línea en la costa”.
En otras partes, vieron bosques que habían descendido tanto que los árboles estaban por debajo de la línea de la marea alta y estaban muriendo por el agua salada. “Siempre se puede encontrar algo que demuestre si el área subió o bajó”, dijo.
Estuvieron ahí por alrededor de una semana en ese primer viaje, y lo que no pudieron observar por sí mismos lo conocieron preguntando. “De los lugares de los que no se tiene información, lo siguiente mejor es preguntar a los pescadores, y especialmente a los recolectores de almejas”, dijo Plafker. “Saben dónde está la marea”.
En general, una larga extensión de la costa, incluyendo islas en el Canal Príncipe Guillermo, se había levantado hasta 11.6 metros en algunos lugares, mientras que a lo largo de gran parte de la Península de Kenai y la isla Kodiak, una gran área había descendido 2.4 metros.
“Estábamos tratando de determinar si esas alzas y bajas tenían algo que ver con lo que sucedió”, dijo Plafker, quien regresó al estado para más trabajo de campo ese verano. “Nadie había visto este tipo de deformación antes”.
En ese entonces, la teoría tectónica estaba siendo vigorosamente debatida, así como la evidencia de que el lecho marino se extendía como una nueva corteza formada en medio de los océanos. El interrogante era qué sucedía con esta nueva corteza; una teoría era que todo el planeta estaba creciendo ligeramente.
Circulaban muchas ideas, incluso el movimiento de las placas, sobre lo que causó el sismo. Una de las explicaciones más prevalecientes sugería que el sismo había ocurrido donde una placa estaba pasando por otra girando. Pero si este era el caso, dijo Plafker, habría habido evidencia de una gran falla vertical en algún lugar en la vasta extensión de tierra que se deformó por el sismo.
Sabía por su trabajo de campo que esa evidencia no existía. “Tuve la ventaja de ver las piedras”, dijo.
Plafker explicó el sismo proponiendo que las placas estaban chocando, como lo sostenía la teoría tectónica, y a un ángulo bajo. Una placa se estaba deslizando gradualmente debajo de otra, creando una larga zona de falla superficial que sacudía a un área enorme cuando se resbalaba. Su idea no solo explicaba todos los elevamientos y depresiones, también explicaba lo que estaba sucediendo con la nueva corteza que se estaba formando en los océanos. En vez de sumarse a la circunferencia de la Tierra, dijo Plafker, “se estaba metiendo bajo los márgenes continentales”.
La gran contribución de Plafker fue reconocer que el patrón de deformación y la teoría tectónica iban de la mano, dijo Haeussler. “Se volvió muy claro que lo único que hacía encajar los datos era esta idea del empuje en ángulo bajo”, dijo.
A Plafker, dijo Haeussler, le ayudó la geografía del sur de Alaska. El área donde se encuentran las dos placas – la placa del Pacífico que se está deslizando, o en subducción, debajo de la norteamericana – tiene islas y otras formaciones terrestres donde la deformación pudo observarse. En la mayoría de las áreas alrededor de la Cuenca del Pacífico, donde ocurren la mayoría de los megasismos del mundo, el empalme de las dos placas es frente a la costa. Regularmente todo el elevamiento, y la mayor parte de la depresión, ocurre en el lecho marino, fuera de la vista.
Ese fue presumiblemente el caso con el sismo chileno del primero de abril, que se centró en el Pacífico alrededor de 88.5 kilómetros al noroeste del puerto de Iquique. Mapear el elevamiento probablemente requeriría una expedición marítima; algo que los científicos quizá quieran emprender, ya que el sismo no pareció ser lo suficientemente fuerte para liberar toda la tensión en esa parte del empalme de las placas, lo que hace probable otro gran terremoto.
Plafker estuvo de acuerdo en que la geografía de Alaska trabajó en su favor. También lo hizo su falta inicial de una comprensión total de la sismología.
“Básicamente, trabajé en Alaska haciendo lo mismo: geología regional”, dijo. “Todo ese conocimiento sobre sismos solo intervino como un poco de distracción.
“Probablemente mi ventaja fue mi ignorancia de todo el tema”, añadió. “Y mi confianza en las piedras y los percebes.
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