Geología
Normalmente, Namibia occidental es un lugar polvoriento donde los lechos de los ríos sólo acogen arena, y donde los lagos no son nada más que planicies de barro seco. Sin embargo, este año, ríos como por ejemplo el Swakop, el Omaruru y el Kuiseb, tuvieron agua fluyendo por todo su curso fluvial hasta llegar al mar, algo que no logran a menudo, quizá una vez por década. Y además, las ríos no sólo estuvieron llenos durante un día o dos, sino que arrastraron aguas desde el corazón mismo del desierto hasta el océano durante semanas.
Había tanta agua, que las personas acudieron a nadar en aludes, pusieron canaletas y tuberías para abastecerse de agua, y el desierto se cubrió de verde alrededor de los ríos, los cuales llevaban tanto sedimento que se volvieron de color chocolate.
Las lluvias torrenciales de Namibia cesaron hace ya varios meses, pero el nivel del manto freático está tan alto que todavía fluye agua hacia algunos arroyos y ríos.
En algunos se han visto ranas y hasta peces pequeños.
Las lluvias no tienen ningún precedente conocido, ni por su intensidad ni por su duración. Nunca ha habido nada parecido a esto; ningún aguacero tan torrencial aparece registrado en los archivos históricos, tal como subraya el geólogo Kyle Nichols del Skidmore College, en Saratoga Springs, Nueva York.
Él y Paul Bierman de la Universidad de Vermont en Burlington, Estados Unidos, han estado trabajando durante más de una década recopilando muestras de rocas y sedimentos de ríos en Namibia, y analizándolos en la Universidad de Vermont.
Su objetivo es averiguar cuán rápidamente se erosionan las áridas tierras de Namibia.
Poco después del diluvio namibio, recolectaron muestras de rocas y de sedimentos fluviales de muchos de los sitios en los que habían trabajado en 1997, 2001 y 2010. Ahora están analizando las nuevas muestras a fin de averiguar si el sedimento arrastrado por los ríos en estas insólitas inundaciones proviene de las mismas fuentes que generan los sedimentos que se transportan bajo condiciones más normales de lluvia.
Pasarán meses antes de que los geólogos obtengan los primeros resultados, pero los efectos de las lluvias torrenciales y las inundaciones en Namibia han sido evidentes: césped cubriendo lo que usualmente era un pedregoso desierto desolado, y agua en los arroyos, algo que Nichols y Bierman no habían visto nunca antes.
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