En esta caverna, llamada “Cueva de los Tayos”, Juan Moricz pasó sorpresivamente, a través de una puerta dimensional, a un universo paralelo, donde estuvo 15 días con sus habitantes neandertalenses, pero no pudo asimilarlo y como consecuencia su decodificador borró todo lo sucedido.
El astronauta Neil Amstrong, el primer humano en pisar la Luna, participó de una expedición que se realizó a la Cueva de los Tayos en julio de 1976, donde participaron 120 soldados y científicos, se emplearon 20 toneladas en equipos y costó un millón de libras esterlinas (alrededor de 2,6 millones de dólares en esa época).
Neil fue invitado a la misión por celebrarse el bicentenario de la independencia de Estados Unidos, permaneciendo en el lugar sólo por tres días sin encontrar nada que pudiese calificarse de extraordinario.
Fabulador crónico, Erich von Däniken fantaseó, en su libro El oro de los dioses, sobre las supuestas confidencias de Juan Moricz, que en realidad, después de su aventura en uno de los 22 universos paralelos, incluido el nuestro, quedó poco menos que amnésico recordando lo sucedido como en un borroso sueño.
Las planchas metálicas conteniendo los ideogramas indescifrables que Juan Moricz trajo del universo paralelo fueron sustraídas por los Hombres de negro –¿cuándo no?– y en la actualidad están arrumbadas en un armario dedicado a los trastos viejos en el Área 51.
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