Impactos de asteroide, pandemias, guerra nuclear o bioterrorismo… Estos científicos están preparados para evitar el fin del mundo
Si se produce un desastre nuclear, si una pandemia afecta a la población o si la inteligencia artificial se rebela contra aquellos que una vez la programaron, hay un grupo de investigadores un tanto agoreros a los que el posible fin del mundo no pillará desprevenidos. No importa cuál sea la catástrofe, el Global Catastrophic Risk Institute (GCRI) trabaja estudiando este tipo de eventos improbables pero destructivos para ayudar a la Humanidad en un posible caso de apocalipsis.Este ‘think tank’ de mentes preocupadas analiza las grandes amenazas que se ciernen sobre la Tierra, como el cambio climático o una guerra nuclear, y aportan recomendaciones para evitarlas. Además, idean soluciones para asegurar la supervivencia humana en caso de que se produzca un evento que no termine de un plumazo (pero casi) con la vida tal y como la conocemos.
“Una sola catástrofe global podría destruir a la humanidad”, explica a Teknautas Seth Baum, director ejecutivo e investigador del Global Catastrophic Risk Institute, que él mismo fundó en 2011 junto a Tony Barrett. “Cuanto mejor entendamos los riesgos, más probable es que seamos capaces de evitarlos o de sobrevivir a ellos”, añade.
Para evitar que el argumento de las películas apocalípticas se convierta en realidad, Baum, Barrett y un grupo de especialistas de distintos puntos del planeta colaboran de forma remota —la institución no tiene sede física— calculando probabilidades, ofreciendo consejos y buscando alternativas. Sin embargo, este trabajo de profetas del fin del mundo no es sencillo.
“El riesgo catastrófico global es difícil de estudiar porque estas situaciones nunca antes se han dado”, indica Baum. “¿Cuál es la probabilidad de un evento que nunca ha sucedido? No es una pregunta fácil de responder”.
Aún así, este investigador se atreve a comentar cuáles son las situaciones sobre las que Gobiernos y sociedad deberían estar más preocupados. “Ahora mismo, los mayores riesgos son la guerra nuclear y las enfermedades pandémicas”, apunta el experto. “En las próximas décadas, los riesgos ambientales como el cambio climático y los asociados con la tecnología, como un posible problema con la inteligencia artificial, también serán importantes”.
Cuando se produce el desastre
Para evitar las grandes catástrofes, este grupo de investigadores anima a Gobiernos y sociedad a aprovechar cada oportunidad disponible para reducir los riesgos. En primer lugar, sugieren que mejorar las relaciones entre países y otros actores relevantes es clave. “Esto ayudaría a reducir un gran abanico de riesgos, evitando la guerra y el terrorismo y aumentando la cooperación en asuntos como el cambio climático”, apunta. “Estamos preocupados por el reciente aumento de la ideología nacionalista en Estados Unidos y en otros países, pero también vemos buenas oportunidades para mejorar las relaciones”, señala en una nota optimista.
Junto al trabajo en pos de una mayor armonía y colaboración, Baum aboga por empezar a gestionar la ciencia y la tecnología de forma que su desarrollo esté orientado al bien público. “La ciencia y la tecnología son la fuente de muchos riesgos, pero también pueden ofrecer soluciones. Sin embargo, mucha gente que trabaja en estos campos no piensa en estos términos, ni tampoco la gente que trabaja en los Gobiernos”, añade.
Pero, ¿qué hacer si todo el trabajo colaborativo y las buenas intenciones fallan? ¿A qué se tendrán que enfrentar los supervivientes? ¿Cómo lograrán sobreponerse a un episodio de absoluto desastre? La institución ha llevado a cabo varios estudios para intentar dar respuesta a estas incógnitas. En uno de ellos, firmado por Baum y Timothy Maher, los expertos profundizan en los factores de estrés, tanto ambientales como sociales, a los que se enfrentarían los supervivientes.
Por ejemplo, aquellos en pie después de una guerra nuclear tendrían que afrontar un invierno nuclear con temperaturas frías, una disminución de la luz solar y de las precipitaciones y un aumento de la radiación ultravioleta. Además, podría producirse también una ruptura del orden, generándose conflictos violentos al no conseguir imponerse un sistema de leyes o de autoridad.
Otro estudio de este peculiar instituto indicó que, en algunos casos, una primera catástrofe inicial podría conducir a una segunda. Por ejemplo, una pandemia o una guerra podrían causar la paralización de la geoingeniería, una tecnología ahora emergente y que, según algunas voces cuestionadas, podría utilizarse para frenar las consecuencias del cambio climático. En ese escenario, en el que la geoingeniería estuviera prestando un servicio al planeta, su fallo conduciría a una segunda catástrofe ambiental.
Conocer estas consecuencias catastróficas permite a los expertos de esta institución ponerse manos a la obra e idear métodos para sobreponerse a ellas. Por ello, los investigadores analizan distintas alternativas, desde colonias en el espacio para asegurarse de que la raza humana podrá continuar hasta refugios en la Tierra capaces de soportar, por ejemplo, un invierno nuclear.
Los científicos también han desarrollado un corpus de trabajo en torno a las “comidas alternativas”, aquellas que no necesitan la luz del sol para crecer, sino que florecen al amparo de otras energías. Una de estas fuentes sería la biomasa, procedente de árboles y de otras plantas que sobrevivieran a la catástrofe, y otra el gas natural. A partir de ellas se podría cultivar un abanico de alimentos como champiñones o limo bacteriano con los que, además, se podrían alimentar gallinas que también serían fuente de alimento.
Ya hay varios Gobiernos que se han acercado a la organización en busca de conocimiento. Entre otros, con el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos han analizado los riesgos futuros de la biotecnología y con el Ministerio de Asuntos Exteriores de Austria han trabajado en un proyecto sobre el impacto humanitario de las guerras nucleares.
En un intento de que el fin del mundo no nos coja nunca desprevenidos, este grupo de científicos continuará estudiando las amenazas potenciales, recordando la necesidad de colaboración entre países e ideando métodos para que aquellos que queden después del impacto de un asteroide o de un ataque bioterrorista masivo sepan cómo continuar en un planeta afectado por el desastre.
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