No sería la primera vez que se extingue un fruto en la historia de la humanidad
La banana podría tener los días contados. Y también el plátano, aunque en ese caso la posibilidad es mucho más remota. Y es que por mucho que se distinga entre éste y la banana (que tienen infinitas diferencias), unos y otros proceden de la misma planta.El 95 % de la producción de estos frutos en todo el mundo proviene de unas pocas variedades del tipo Cavendish. El quid de la cuestión está en el origen genético y la evolución de los bananeros, que no son ni árboles ni arbustos. Se trata de híbridos que carecen de semillas y se reproducen a partir de sus nuevos tallos o partes de las raíces.
La clonación de las bananas
Rob Dunn, autor de un libro que se acaba de publicar (Nunca fuera de temporada: cómo tener la comida que queremos cuando la queremos amenaza nuestra provisión de alimentos y nuestro futuro), afirma que se puede considerar que el conjunto de plantaciones de bananas que había en Centroamérica hacia 1950 era el organismo vivo más grande de la historia.
Según este profesor de ecología aplicada, todas las bananas que se consumen –entre 90 y 95 millones de toneladas al año– son clonaciones, por lo tanto, idénticas unas a otras en cuanto a tamaño, color, forma y sabor. Esto se debe a que las plantas son clonadas lo que provoca una uniformidad genética entre ellas que las hace muy vulnerables a los ataques de patógenos, y el que afecte a un platanero podría destruir todos los existentes.
El temido mal de Panamá
De hecho, no sería la primera vez que eso ocurre. A finales del siglo XIX el hongo Fusarium oxysporum comenzó a causar estragos en las plantaciones de Centroamérica, que en aquella época también producían un solo tipo de fruto denominado Gros Michel.
En las primeras décadas del XX, el patógeno, que causaba lo que se denominó enfermedad de Panamá, acabó por arrasar completamente los cultivos de esa zona, hasta el punto de impedir que se sembraran otras plantas en la misma tierra. No se hizo caso entonces de las advertencias de los científicos sobre los peligros de los monocultivos.
Y los grandes productores, como la multinacional estadounidense United Fruit Company (desde 1984 Chiquita Brands International), que dominaba la producción y el mercado mundiales, volvieron a caer en el error de plantar bananos clonados. Algo mucho más fácil que investigar nuevas especies. El Cavendish fue lo más parecido que encontraron al Gros Michel.
Y aunque tenía otro gusto y era menos aromático y sabroso, tenía la ventaja de mostrarse inmune al hongo destructor y de poder plantarse en las tierras afectadas. Así, las grandes multinacionales volvieron a plantar clónicos en las grandes extensiones que habían quedado baldías y a introducirlos en los mercados con grandes campañas de publicidad.
La contrapartida es que las plantas resultan mucho menos resistentes a las enfermedades. Y aunque el Cavendish está protegido contra la de Panamá, Dunn asegura en su libro que el propio hongo Fusarium que la provocó ha evolucionado y podría destruir las plantaciones actuales.
El fruto que se cría en las islas atlánticas, del que en 2015 se exportaron 244.000 de los 270 millones de kilos comercializados, según datos de la asociación de productores Asprocan, no está completamente libre de peligro, pero cuenta con unas características propias que lo hacen menos vulnerable a las plagas.
El clima, más variable que el tropical, obliga a mantener el fruto más tiempo en la planta (seis meses frente a los 3 de la banana) y por lo tanto alarga su tiempo de maduración y mejora su sabor. La brevedad del tiempo que tarda el producto en llegar de las plantaciones a los puntos de venta, la mayoría en la Península y Baleares, es otra ventaja
Como lo es que el cultivo no esté en manos de multinacionales, sino de más de 8.000 productores. Otro dato a tener en cuenta es que al ser un producto europeo tiene muchos más controles y garantías fitosanitarias.
De hecho, en las islas Canarias no se puede introducir ni siquiera un brote de platanero que no cuente con los permisos y controles oportunos para impedir precisamente la extensión de plagas. La solución al problema, aseguran los expertos, está en inducir mutaciones genéticas a las plantas para hacerlas más resistentes.
Algo que vino haciendo la naturaleza a lo largo de la historia convirtiendo los incomibles plátanos de hace miles de años en la fruta actual. En este aspecto también se trabaja en Canarias, donde a las variedades existentes –la Cavendish “enana” y “gran enana” son las más extendidas– se ha unido una genuina de las islas, denominada “gruesa palmera”.
Lo cierto es que no hace falta ser un gran experto en ese fruto para comprobar que el plátano de Canarias es más dulce y sabroso que la banana procedente de Centroamérica.
Y aunque hay quien se decanta por ésta porque es más barata (apenas entre 10 y 15 céntimos para los productores que aumentan a 55-60 en el punto de venta), no tiene motas negras en la piel y tiene un mayor tamaño, el plátano es, de largo, el más consumido en España, con más del 73% de las ventas (378.000.000 de kilos en 2016, según datos de Asprocan, la asociación que reúne a los productores de las islas).
(Fuente: lavanguardia.com)
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