El seísmo del Valle de Napa, al norte de San Francisco, pone en alerta la costa Oeste de Estados Unidos
La mayoría de los terremotos que se producen en la costa Oeste de Estados Unidos tienen su origen en la falla de San Andrés, la fractura natural que actúa como línea divisoria entre las dos placas tectónicas del Pacífico. Durante el último siglo, a lo largo de los más de 1.200 kilómetros de hendidura que recorren California, la gente no ha parado de repetirse una pregunta: ¿Cuándo llegará el ‘Big One’?
«El ‘Big One’ es el gran terremoto que se espera en California pero que, por suerte, todavía no se ha producido», explica Luis Suárez, presidente del Colegio de Geólogos. «La reflexión que podemos sacar de seísmos pequeños como el del domingo en Napa (California), que producen daños pero no destrucción masiva, es que la falla de San Andrés se está relajando, con lo que existen menos posibilidades de que llegue el temido ‘Big One’», apunta.
Amenaza latente
Desde hace tiempo, los expertos señalan que la llegada del terremoto más devastador que haya conocido California es cuestión de años. El seísmo ocurrido el pasado domingo en Napa, una región vinícola situada 60 kilómetros al norte de San Francisco, recuerda la amenaza latente que supone el célebre ‘Big One’. «El gran terremoto se producirá cuando se libere una acumulación de energía que provoque una destrucción masiva, que alcance una magnitud superior a 8 en la escala de Richter», explica Suárez. «Los avances científicos no permiten analizar o prever si la energía liberada en la falla de San Andrés, o sus asociadas, provocarán más terremotos ‘pequeños’ o lo harán en el esperado ‘Big One’. En cualquier caso, los científicos de Estados Unidos saben a la perfección dónde se producen los terremotos, por lo que seguirán construyendo edificios con estructuras sismorresistentes en esas zonas».
El terremoto de Napa, de magnitud 6, no ha dejado muertos, pero se ha convertido en el mayor seísmo en el norte de California desde el de Loma Prieta en 1989, donde murieron 63 personas. «La única medida que tenemos para luchar contra la destrucción que generan los terremotos es concienciar a la población para que sepan cómo actuar en caso de terremoto o posible tsunami, además de la construcción de estas infraestructuras resistentes», apunta el experto.
Aprender de los errores
Una magnitud 6 en la escala de Richter equivale, aproximadamente, a liberar una energía similar a la de 7.000 toneladas de dinamita TNT (la estimación se considera bajo el supuesto de que el explosivo se detone debajo de la superficie, es decir, dentro de la corteza terrestre). «No hay que olvidar que el terremoto de 2011 en Lorca fue de una magnitud de 5’2 en la escala de Richter y dejó 8 muertos y unos daños materiales muy importantes», explica Suárez.
En 1906, un terremoto de magnitud 7’1 en San Francisco acabó con la vida de 3.000 personas y produjo un incendio que dejó arrasada la ciudad. Tras su reconstrucción, cada martes al mediodía una alarma suena en toda la ciudad para recordar las medidas antisísmicas que se deben llevar a cabo para no repetir los errores del pasado.
«No podemos predecir un terremoto, pero sí podemos pronosticarlo», dice Ramón Ortiz, investigador del Instituto de Geociencias del CSIC. «Podemos saber cuándo aumenta la probabilidad de que haya un terremoto, de igual forma que pronosticas la probabilidad de que llueva. No en vano, más del 80% de los terremotos destructores han sido pronosticados».
Normalmente, cuando un movimiento tectónico rompe en un terremoto, empiezan a producirse reajustes con magnitudes menores, las réplicas, por lo que no sería de extrañar la aparición de nuevos movimientos en la zona del Valle de Napa. «Lo que sería muy raro es que hubiese otro terremoto de esta intensidad», apunta Ortiz. «No sabemos si va a haber un gran terremoto de magnitud 8 o varios terremotos ‘pequeños’, como este o el de Loma Prieta, que al final igualen en intensidad al que sería el esperado ‘Big One’», apunta Suárez. «Pero el relajo de la falla de San Andrés invita a pensar en esta tendencia».
El éxito de las medidas de prevención de California, Japón o Chile, marcan un ejemplo a seguir por otros países en riesgo sísmico. Un año antes al terremoto de Loma Prieta, la ciudad armenia de Spitak fue devastada por un seísmo de magnitud 7’2, que dejó entre 25.000 y 100.000 muertos y un daño todavía sin reconstruir. «Las consecuencias que hay que extraer en España, donde tenemos zonas de riesgo sísmico, es que deberíamos poner en marcha medidas de prevención», apunta Suárez.
El caso de España
Aunque España no tiene el riesgo de California, la composición del suelo juega un papel muy importante cuando se produce un terremoto. «Si el seísmo se produce en terrenos poco competentes, como en arenas o limos, la destrucción se magnifica», explica el experto. «En cambio, si el terremoto afecta a zonas de roca dura como el granito se tiende a disminuir el efecto».
Ciertos tipos de suelos se comportan como fluidos cuando se produce un terremoto. Son las llamadas arenas licuefactibles, con lo que se incrementan de forma exponencial los daños sobre los edificios. «En Granada hay una zona sísmica donde hay arenas licuefactibles, por lo que si hay un terremoto se podrían producir daños muy importantes», explica Suárez.
El terremoto destructivo en España previo al de Lorca, fue el día de Navidad de 1884 en Arenas del Rey, Granada, con un balance de casi 1.000 muertos y una magnitud de entre 6’2 y 6’5 en la escala de Richter. «Hablamos de terremotos que se producen en espacios de décadas o siglos, por lo que es muy difícil conciliar el tiempo geológico con el tiempo político. La población debería saber cómo actuar cuando se produce un terremoto de igual forma que lo hacen cuando hay un incendio».
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