La mayoría de paleontólogos y geólogos convencionales sitúan la cronología de los dinosaurios en la tierra entre hace 220 millones de años y 65 millones de años, durante la Era Mesozoica. El Homo Sapiens, por su parte, no aparece en el registro fósil hasta hace unos 220.000 años, en el Pleistoceno Medio, Paleolítico Medio (Eurasia), o Edad de Piedra Intermedia (África). Se dan, sin embargo, ocasionales declaraciones de supuestas evidencias de que dinosaurios y humanos no estarían tan distantes temporalmente los unos de los otros, y que de hecho habrían coexistido en algún momento. Las sorprendentes figuras de Acámbaro son una buena muestra de este fenómeno.
El hallazgo de las figuras de Acámbaro
En 1944, el tendero alemán Valdemar Julsrud afirmó haber descubierto por casualidad estas misteriosas figuritas cuando montaba a caballo cerca de Acámabaro en el estado de Guanajato, México. Julsrud dijo haber encontrado más de 30.000 de ellas con la ayuda de un campesino. Entre estas figuritas hay también algunas especialmente extrañas que según algunos recuerdan a platillos volantes o incluso a extraterrestres.
‘Platillo Volante’ y figuritas humanoides de la sorprendente colección de figuras de Acámbaro
La mayoría de arqueólogos ha desechado estas figuritas calificándolas como fraude, ya que los estudios de termoluminiscencia y el análisis de la superficie de las piezas revelan una factura muy reciente. Pero estos estudios no han desanimado a aquellos que no forman parte de la corriente mayoritaria de la arqueología y que tienen otras ideas acerca del origen de las figuritas.
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Podemos dividir a los que creen que las figuritas de Acámbaro son auténticas en tres grupos: criptozoólogos que afirman que las figuras son la demostración de la existencia de vestigios de una antigua población de dinosaurios en la región, población que habría estado en contacto con el ser humano; los que creen que extraterrestres interdimensionales capaces de viajar a la época de los dinosaurios dejaron las figuritas para que los pueblos centroamericanos tuvieran conocimiento de aquellos animales; y creacionistas defensores de la teoría de la “tierra joven” que afirman que humanos y dinosaurios debieron coexistir para encajar con su interpretación de los primeros once capítulos del Génesis bíblico. La primera postura es probablemente la más coherente con una perspectiva científica. Sin embargo, ninguno de estos enunciados importan mucho realmente hasta que no examinemos primero las objeciones a la autenticidad de la colección.
Algunas de las figuritas de Acámbaro de aspecto mitológico o que recuerdan a los antiguos dinosaurios.
Dudas sobre su autenticidad
A bote pronto, uno de los problemas principales a la hora de creer en la autenticidad de las figuritas de Acámbaro es que se han hallado muy pocos fósiles de dinosaurios en los alrededores, en caso de que se haya encontrado alguno. Tampoco existen registros escritos ni tradiciones orales que hablen de criaturas parecidas a dinosaurios que vivan en la zona. Cabe suponer que si los dinosaurios hubieran sido tan comunes como para que se crearan miles de figuritas de ellos, estas bestias gigantes también aparecerían con más frecuencia en las tradiciones locales —al igual que jaguares y mariposas por ejemplo. En una web que defiende la autenticidad de la colección se argumenta que no existe tradición de cerámica nativa reciente en la zona. Por otro lado, aun siendo precisa esta afirmación, no es necesario que las figuritas hayan sido realizadas en la región, ni siquiera si no pasan de ser un elaborado fraude.
Algunas de las figuritas de arcilla que forman parte de la colección de Acámbaro.
En 1952, el arqueólogo estadounidense Charles Di Peso examinó las piezas, descubriendo que sus superficies no mostraban señales de desgaste ni habían acumulado polvo en sus grietas (lo que vendría a sugerir que tienen miles de años de antigüedad). Di Peso se basó en estas observaciones para concluir que las figuritas no eran realmente antiguas. También aseguró que la familia que proporcionó en un principio las figuritas a Julsrud había estado produciéndolas a un peso la unidad. La cosa no quedaba ahí, sino que además las figuras recordaban a criaturas y personajes que la familia seguramente habría visto en películas en algún cine de Acámbaro o leyendo algunos de los comics disponibles en el museo de una ciudad cercana. Estos hallazgos plantean serias dudas acerca de la autenticidad de la colección.
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