Las erupciones grandes son menos frecuentes que las pequeñas y esa frecuencia decae con la dimensión de una manera ordenada.
El cráter Arenas del Volcán Nevado de Ruiz, en Colombia, explotó en noviembre de 1985 lanzando 35 millones de toneladas de material volcánico, incluyendo lava que derritió el casquete de hielo, provocó una avalancha que bajó a más de 60 hora a través de media docena de ríos, entre ellos el Lagunillas, y tomó de frente al poblado de Armero, al norte del departamento de Tolima, en el centro-occidente del país.Esta erupción dejó 23.000 víctimas, pese a que fue relativamente pequeña (VEI3), similar en tamaño a algunas de las que ha tenido el Popocatépetl en México desde 1994.
El Nevado de Ruiz es uno de los más de 1.600 volcanes activos en el mundo, cada uno, con su propio estilo eruptivo, según el investigador del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Servando De la Cruz Reyna, quien destaca que no existe una correlación clara entre el tamaño de los desastres y la dimensión de las erupciones.
Así, la devastación causada por el Nevado de Ruiz fue ocasionada porque los flujos piroclásticos emitidos por el cráter del volcán fundieron cerca del 10% del glaciar de la montaña, enviando flujos de lodo, tierra y escombros que descendieron por las laderas a más de 50 kilómetros por hora. Estos lodos aumentaron su velocidad en los barrancos y se encaminaron hacia los cauces de ríos que nacían en el volcán provocando el desastre sobre varias poblaciones cercanas a esos cauces.
Al respecto señala que en contraste con la sismología donde la magnitud define la energía elástica liberada por la fractura causante del sismo, en vulcanología las erupciones liberan distintos tipos de energía a tasas muy diversas.
“Una erupción de baja magnitud (medida de la masa o volumen de magma emitidos) y alta intensidad (tasa de emisión del material volcánico) puede ser muy destructiva. Entonces, para evaluar el riesgo volcánico es necesario precisar el significado de la dimensión de las erupciones, ya que aun cuando el volumen de magma en la erupción es uno de los parámetros para evaluar el riesgo, existen otros que deben ser tomados en cuenta”, explica el experto.
En el caso de las erupciones la energía se puede distribuir en diversas formas: energía térmica (que lleva al magma a alta temperatura), energía cinética o mecánica (de los fragmentos lanzados), energía de las ondas acústicas y energía sísmica (durante las erupciones también se registran temblores). “Cada una de estas manifestaciones se libera a una velocidad distinta, lo que le da complejidad al proceso de asignación de la dimensión de las erupciones volcánicas”, anotó el vulcanólogo.
Por ello, en 1982 se propuso el Índice de Explosividad Volcánica (VEI, sus siglas en inglés), una escala de ocho grados con la que los vulcanólogos miden la magnitud de una erupción volcánica, siendo ocho el grado más alto. Es un índice que combina varios factores, considera el volumen total de los productos expulsados por el volcán (lava, piroclastos, ceniza volcánica), altura alcanzada por la nube eruptiva, duración de erupción, inyección troposférica y estratosférica de productos expulsados, y algunos otros factores sintomáticos del nivel de explosividad.
Hoy en día se cuentan con imágenes sobre estos fenómeno geológicos, como fotografías de la erupción del Popocatépetl (2000-2001), de magnitud VEI3; un ejemplo de VEI4 fue el de Lascar en 1993; de VEI5, el Chichón, en 1982; y un VEI6, el de Pinatubo, de 1991; mientras que de VEI7 y VEI8 no existen fotografías porque de la primera han ocurrido dos o tres erupciones en la escala histórica de tiempo y de la segunda afortunadamente no ha ocurrido ninguna en la escala histórica del tiempo, todas han ocurrido en escala geológica (por ejemplo, Yellowstone hace 2,2 millones de años).
Así, la escala de peligro volcánico equivale a la estimación de las probabilidades de ocurrencia de erupciones de acuerdo con su dimensión. Servando De la Cruz Reyna dice que en un intento de analizar el peligro y el riesgo se ha analizado la actividad histórica (a partir del año 1500 cuando empezó a haber registro) y luego de aplicar algunas fórmulas estadísticas, se ha concluido que las erupciones grandes son menos frecuentes que las pequeñas y esa frecuencia decae con la dimensión de una manera ordenada.
“Se estima que las erupciones VEI6 ocurren en promedio cada 200 años y las VEI7cada mil años”, indicó el especialista durante su participación en el simposio ‘Eventos Extremos: observaciones, modelado y consecuencias económicas’, en el que impartió la conferencia ‘Erupciones volcánicas extremas’.
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