Un documental expone los innumerables desafíos —biológicos, éticos, políticos— a los que se enfrentaría la humanidad con la aparición de vida inteligente alienígena
¿Cómo contactar con ese artefacto? ¿Quién hablaría con el piloto? ¿Qué riesgos habría que tener en cuenta? ¿De qué manera se informaría a la población de este incidente? Esa hipótesis tan fascinante como aterradora es el punto de partida de un documental, The visit, que desnuda en apenas hora y media los innumerables desafíos —biológicos, éticos, políticos— a los que se enfrentarían autoridades y especialistas.
La película, del director danés Michael Madsen, enfrenta a esta situación a algunas de estas personas para conocer sus impresiones, inquietudes y temores. Por ejemplo, la astrofísica Mazlan Othman, responsable en Naciones Unidas de la Oficina para Asuntos del Espacio Exterior, que durante un tiempo se pensó para hacer de portavoz de la humanidad en ese trance.
Desde su departamento reconocen sinceros que “no hay nada preparado”, lo cual tiene una ventaja: nos permite elucubrar sobre cómo gestionar la situación a lo largo del filme, que se exhibe en España gracias a la iniciativa de El documental del mes y que también puede verse en Filmin.
“Dudo que vinieran por casualidad, ¿por qué nosotros?”, desliza lacónica Othman. Astrobiólogos de la NASA, juristas, teólogos, antropólogos, especialistas en contaminación biológica, antiguos responsables de comunicación y de la Defensa del Reino Unido, hasta completar una interesantísima ristra de personalidades capaces de moldear la respuesta ante este suceso que tendría infinidad de niveles.
Desde el anuncio público, que un experto en relaciones públicas sugiere que lo hiciera (para los británicos) el naturalista David Attenborough. Hasta la misión de un grupo selecto de científicos que harían de peritos y de los que cabría desconfiar en función de los intereses de sus países. Desde las inquietudes del voluntario que inspeccionará la aeronave descubierta hasta las precauciones del antiguo jefe militar británico que aboga por reaccionar con sosiego para no generar “ansiedad” en el visitante.
Quizá las reflexiones más interesantes sean las que propone Douglas Vakoch, responsable de diseñar los mensajes que enviaríamos a los extraterrestres en el Instituto SETI (siglas en inglés de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre), ya que al escucharle nos damos cuenta de que las preguntas para el visitante nos definen a nosotros.
Por ejemplo, Vakoch recuerda que cuando la humanidad se hizo un completísimo autorretrato para enviar en un disco de oro hacia los confines de la galaxia, con fotos, audios y descripciones de todo tipo, se evitó conscientemente mostrar una de nuestras características más visibles como civilización: la guerra, las armas, la violencia. Engañamos a los que pudieran sentirse invitados a visitarnos con imágenes de niños riendo y preciosos paisajes.
No solo nos preguntaríamos sobre nuestra importancia como humanos, sino también sobre la propia definición de vida. ¿El visitante será una forma de vida como las que conocemos, con su ADN para que podamos identificarla, o será algún tipo de competencia biológica que pudiera amenazarnos incluso involuntariamente? Y al margen de estos detalles científicos, ¿son una amenaza? Para saberlo o evitarlo, quizá primero necesitemos comunicarnos con el visitante, encontrar al personaje que François Truffaut interpretó en Encuentros en la tercera fase. Cada año nuestros telescopios encuentran cientos de nuevas Tierras, ¿entenderán allí las notas musicales?
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