Conocida por muchos como ‘Silent Hill’, en clara referencia a la saga de videojuegos y películas, Centralia sufrió un incendio fortuito en 1962 en uno de los basureros de las afueras de la población. El fuego se extendió hasta unas minas de carbón y sigue ardiendo desde entonces
Hoy en día se ha convertido en un pueblo fantasma y deshabitado al que acude infinidad de turistas a fotografiarse junto a sus abandonadas casas, desiertas calles y desquebrajadas carreteras de las que sale un constante e intoxicarte humo proveniente de las minas de carbón que se encuentran en el subsuelo y que llevan ardiendo desde 1962.
Este inhóspito lugar se llama Centralia y es una pequeña población que se encuentra en el Estado de Pensilvania. A lo largo de un siglo fue una próspera ciudad dedicada a la minería gracias a la riqueza que proporcionaba la industria del carbón, cuando este material era la más importante fuente de energía que tenía el país.
Y es que el carbón tuvo tanta relevancia, sobre todo en Pensilvania, que incluso alrededor de él surgió una organización secreta compuesta por mineros llamada Molly Maguires, que acabó convirtiéndose en un peligroso ‘sindicato del crimen’, y un cuerpo armado y de vigilancia conocido como ‘Policía del carbón y el hierro’ (Coal and Iron Police), que se encargaba de proteger las propiedades de las empresas mineras, romper las huelgas y perseguir a aquellos que delinquían o cometían algún crimen relacionado con este mineral.
La próspera Centralia creció como la espuma a partir del último cuarto del siglo XIX y pasó de ser una pequeña población minera a una importante y floreciente ciudad en la que miles de personas se habían trasladado a trabajar o montar sus negocios.
Pero a mediados del siglo XX el progreso trajo nuevas formas de energía, quedando la explotación del carbón en un segundo plano, lo que provocó una profunda crisis en el sector que afectó de lleno a la inmensa mayoría de empresas mineras que se habían instalado en Centralia, siendo abandonadas un gran número de ellas ante la imposibilidad de hacer frente a los números gastos que representaba seguir explotándolas.
Pero no solo la crisis se cebó con la población, que poco a poco veía que su censo iba disminuyendo ante la marcha de numerosas personas hacia otros lugares. En 1962 se produjo un incendio fortuito en un basurero a las afueras de Centralia y que comunicaba con una fosa de una de las minas abandonadas.
El carbón comenzó a arder y el incendio se fue extendiendo poco a poco por todo el subsuelo de la población. A pesar de que las llamas fueron apagadas desde un primer momento por el cuerpo de bomberos local, la gran cantidad de carbón allí acumulado ha hecho que durante el medio siglo que ha transcurrido desde entonces siga manteniéndose las brasas encendidas: no hay llamas, pero el interior de Centralia está al rojo vivo.
Los cerca de mil habitantes, que residían allí a finales de la década de 1970, no eran conscientes de lo que tenían bajo los pies y seguían llevando su cotidiana vida, hasta que el propietario de una gasolinera local se dio cuenta que la vara con la que media la cantidad de combustible que tenía en sus depósitos salió a una temperatura altísima (78 grados centígrados), hecho que los alarmó y comenzaron a plantearse lo peligroso que era vivir allí, ya que en cualquier momento podría salir volando por los aires toda la población. Las calles y carreteras iban agrietándose y de ellas emanaba humo que hacía que fuera irrespirable poder estar allí.
Lo que determinó que la ciudad debía ser desalojada tuvo lugar en 1981, cuando un muchacho de 12 años llamado Todd Domboski cayó accidentalmente dentro de una de esas grietas que se habían abierto en el suelo. Afortunadamente fue rescatado sano y salvo pero se dio la voz de alarma para que los habitantes de Centralia fuesen abandonando la ciudad y buscasen otra población más segura donde vivir.
Poco a poco se fue convirtiendo en un tenebroso pueblo fantasma, en el que las casas eran abandonadas, el asfalto se desquebrajaba y una cortina de humo estaba permanentemente presente en las calles. La historia de este lugar fue conocida por el japonés Keiichiro Toyama, quien se inspiró en Centralia para crear el famosísimo videojuego de terror ‘Silent Hill’, del que se ha realizado una extensa saga e incluso varias exitosas películas.
Desde entonces muchos son los curiosos que se acercan hasta Centralia a la que han rebautizado como Silent Hill y se pasean por sus calles, hacen grafitis, se fotografían y graban vídeos que cuelgan en la red.
Se calcula que el fuego en el subsuelo de Centralia cubre aproximadamente unos diez kilómetros cuadrados de extensión y que crece alrededor de veintitrés metros por año. La gran cantidad de carbón que hay bajo el suelo hace suponer que podría estar ardiendo durante otros 250 años más.
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