Llamarada
solar del pasado 31 de agosto de este año 2012
En febrero de 2010 la NASA y la Comisión
Europea llevaron a cabo un simulacro de tormenta solar extrema en las
instalaciones de la administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los
Estados Unidos (NOAA) en Boulder, Colorado.para averiguar hasta qué punto ambos
continentes estaban (o no) preparados para resistir a este violento fenómeno
meteorológico espacial. Los resultados fueron desesperanzadores.
En efecto, se determinó que apenas cinco días después de detectarse la supuestallamarada solar, extensas zonas de Europa y EE.UU sufrirían, sin remedio, un «apagón tecnológico» casi completo. Lo cual, en palabras llanas, suponía el fallo generalizado de las redes de telecomunicaciones y de las centrales energéticas. Y, por consiguiente, del suministro eléctrico en hogares e industria, lo que llevaría a su vez al colapso de los transportes (terrestres, aéreos y marítimos), de las redes de abastecimiento de las grandes ciudades (alimentos, combustible, medicinas...), e incluso del suminstro de agua en las grandes zonas urbanas.
Una situación, para colmo, que podría llegar a
durar dos largos años. Pero lo peor de todo fue la constatación de que en
ninguna de las dos orillas del Atlántico se habían destinado medios y recursos
suficientes para hacer frente a este escenario potencialmente
catastrófico.
El resultado del simulacro fue la elaboración de una larga lista de recomendaciones a los gobiernos. Desde la creación de protocolos de desconexión rápida de centrales eléctricas y redes de telecomunicaciones (para apagarlas antes de que llegara la tormenta) a campañas informativas de carácter masivo para la población, enumerando toda una serie de «medidas domésticas de urgencia» que cada familia debería de poner en práctica en caso de producirse la tan temida tormenta solar. Hoy, dos años y medio después, un buen puñado de países han decidido tomar cartas en el asunto.
Otros, sin embargo, como es el caso de España,
que ni siquiera participó en el simulacro, han hecho oidos sordos y han aparcado
el informe en el fondo de un cajón. Así, mientras que en EE.UU, Reino Unido,
Portugal, Alemania, Holanda o Francia (por citar sólo algunos) se creaban
comisiones parlamentarias de investigación y oficinas de atención al ciudadano
especializadas, nuestro país decidió no hacer nada y mantenerse al margen de los
esfuerzos internacionales.
En enero de este mismo año, por ejemplo, Barak
Obama elevaba a rango de «amenaza nacional» a las tormentas solares al
incluirlas en su ya famosa Directiva Nacional 8, que enumera uno por uno los 23
principales riesgos (tanto naturales como humanos) que podrían llevar a estados
Unidos a una situación de «catástrofe nacional». La decisión, por supuesto, no
se improvisó de un día para otro, sino que fue consecuencia de un informe del
Departamento de Seguridad Nacional, que evaluó con detalle y durante meses cada
uno de los riesgos potenciales antes de incluirlos en la lista final. La
administración norteamericana, además, ha creado todo un nuevo sistema de
Protección Civil, especialmente preparado para hacer frente a cualquiera de las
posibles amenazas. Incluyendo una tormenta solar de grandes
proporciones.
Otro ejemplo a destacar es el del Reino Unido. Apenas
unos meses después del simulacro de tormenta solar (en noviembre de 2011), la
cuestión llegaba hasta el mismísimo Comité de Defensa del Parlamento, donde fue
debatida tras haber sido estudiada de forma exhaustiva durante varios
meses.
Entre otras medidas, el Comité decidió informar
a la población de los riesgos y de las medidas a adoptar en las casas, como
preparar reservas de agua embotellada y comida no perecedera para un mes.
También acordó poner a punto una flota de vehículos capaces de resistir a un
pulso electromagnético para garantizar los servicios públicos esenciales cuando
se produjera la crisis.
Eyección de masa coronal del 7 de junio de 2011
Más recientemente, en marzo de este año, el gobierno británico actualizó su
National Risk Register of Civil Emergencies para incluir expresamente "eventos
de clima espacial" como las tormentas solares. Y lo que es más, cifraba las
posibilidades de que se repita un «evento Carrington» (la mayor tormenta solar
de la que tenemos noticia, sucedida en 1859) entre un 5% y un 50% para los
próximos cinco años.
Un riesgo
realmente estremecedor, ya que cuando se produjo el evento Carrington las redes
eléctricas estaban en su infancia y la sociedad no dependía aún por completo de
la tecnología, los satélites y los ordenadores.
En la
actualidad, un fenómeno similar podría llevar a una catástrofe de enormes
proporciones. Pocos días antes otra investigación, elaborada por Predictive
Science, una prestigiosa institución que provee de varios servicios a la NASA y
a las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos, estimaba en un 12% las posibilidades
de que se produzca un evento solar del tipo Carrington en los próximos siete
años. Sorprendentemente, y a pesar de la gravedad de los datos, España no se ha
decidido aún a reaccionar. Y ello pese a las advertencias lanzadas desde la
Asociación Española de Protección Civil para los Eventos Climáticos Severos, que
ha solicitado ya en varias ocasiones la creación de comisiones parlamentarias
para evaluar los riesgos y preparar, en lo posible, a una población que no
sabría cómo reaccionar si finalmente la gran tormenta llegara a
producirse.
La única
excepción en nuestro país es la de Protección Civil de Extremadura, que en marzo
publicó un «Decálogo de buenas prácticas. Tormenta solar severa: ¿Cómo
prevenir?» en la que, basándose en las recomendaciones de los informes
internacionales, explicaba a la población cómo debería comportarse si una fuerte
tormenta solar llegara a afectar a las infraestructuras nacionales. Una simple
gota de cordura en medio de una indiferencia (oficial) generalizada que podemos
llegar a pagar muy cara. Qué hacer en caso de tormenta solar Existen dos
categorías de actuaciones.
Por un lado,
los gobiernos deberán haber llevado a cabo campañas de información pública para
que la población sepa cómo actuar. Y tendrán que tener preparados mapas de
estimación de impacto y dispositivos de emergencia capaces de funcionar en un
entorno en el que las comunicaciones están interrumpidas y el suministro
energético se ha colapsado. Para ello, por ejemplo, será necesaria una flota de
vehículos capaces de funcionar incluso durante un pulso electromagnético
(EMP).
Las plantas
nucleares deberán contar con una reserva de combustible para por lo menos tres
meses. Y, por supuesto, deberá existir un plan de emergencia para aplicar en el
caso de una caída generalizada y por tiempo prolongado de los suministros de gas
y electricidad.
En cuanto a la
población, se recomienda que antes de hacer nada estudie la situación en su casa
y valore, por ejemplo, las posibilidades de que llegue o no ayuda del exterior,
algo que depende de la situación geográfica. Todo hogar, además, debería de
contar con algún metodo para potabilizar el agua, tener una cocinilla de gas
(que no necesita electricidad) y contar con reservas de agua embotellada y
alimentos no perecederos suficientes para un mes. Lo mismo vale para las
medicinas básicas. Se recomienda también disponer de algún tipo de
identificación vidual y de una reserva de dinero en efectivo, ya que será
imposible utilizar tarjetas u otros medios electrónicos de
pago.
criptoovnis
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