Tres mil quinientos
trabajadores siguen luchando, en condiciones casi imposibles, por desmantelar la central
de Fukushima. No es fácil, es una tarea casi sobrehumana.
TEPCO, operador de la
central atómica, ha
informado recientemente que a finales de septiembre se ha producido “una fuga de
4 toneladas de agua de lluvia contaminada con niveles bajos de radiación”. Sucedió durante el traslado de agua entre zonas con tanques de
almacenamiento. El agua contaminada se filtró al subsuelo proveniente de uno de
los tanques contenedores.
(La corporación nuclear
nipona, recuérdese, que está intentando contener el agua contaminada después de
comprobar que “300 toneladas de agua radiactiva se habían filtrado desde un
tanque en la central”, en una zona de tanques de contención desde la que escapó
el agua tóxica el pasado agosto. ).
La historia de lo
sucedido:
Las fuertes lluvias durante
un tifón reciente inundaron una de las zonas de tanques en los que se almacena
el agua sobrante que se arroja sobre los rectores dañados para enfriarlos. El
agua desbordada desde el tanque contenía sustancias radiactivas de unos 160
becquereles, “cinco veces más que lo que permite el Gobierno verter al mar”.
Responsables de Tepco decidieron transferir el agua.
Durante el traslado un
trabajador observó la fuga que, se calcula, fue de unas 4 toneladas, agua
radiactiva que fue absorbida por el terreno. El agua se desbordó, según parece,
“desde uno de los contenedores después de que dos empleados de la central lo
utilizaran de manera equivocada para transferir el agua de lluvia
acumulada”.
Para poder tratar la
ingente cantidad de agua acumulada, TEPCO ha reactivado un nuevo sistema que
pretende eliminar gran parte de los materiales radiactivos. Se espera “que el correcto funcionamiento de este nuevo sistema contribuya de
manera crucial a solucionar el grave problema, al ser capaz de procesar y
limpiar el líquido a un ritmo superior al del incremento de agua estancada”.
La situación puede
empeorar… por supuesto.
Son probables nuevas
fuertes lluvias en los próximos días a medida que se acerca otra tormenta por el
sur. Según el Centro de Advertencia de Tifones de la Armada de EEUU, se espera
que “la depresión tropical Sepat gane fuerza durante la noche y llegue a las
cercanías de Fukushima a las 12:00 GMT” de este miércoles 2 de
octubre.
Tepco ha bombeado,
diariamente, cientos de toneladas de agua sobre los reactores de Fukushima para
enfriarlos. El agua, radiactiva, se almacena en tanques por encima de la
superficie. En agosto, la corporación tuvo que admitir que al menos uno de esos
tanques, construidos rápidamente, con muchas urgencias y escasa seguridad,
presentaba fugas. También se encontró “altos niveles de radiación justo por
encima del terreno” cercano a otros tanques. Inferencia: hay o puede haber
“profundos problemas estructurales con los mismos.”
Además de todo ello, Tepco
ha admitido también que recientemente “una de las tres unidades que inyecta
nitrógeno a los reactores dañados tuvo que ser cerrada”. Se trató de un error, una manipulación equivocada de un
trabajador. De nuevo, un lema no publicitario que no parece admitirse, que no
quiere aceptarse: errar es humano, no existen tecnologías
perfectas.
Así, pues, el mortífero
rayo radiactivo que no cesa, que no dejará de cesar durante años y años.
¿Energía-industria barata, eficiente, segura, pacífica, imprescindible, sin
vuelta atrás, la apuesta del futuro sin apenas “externalidades”, en algún
momento incluso, según algunas voces, una energía “alternativa”, la energía del
futuro?
Pero hay más, aún más
reciente. TEPCO manifestó el pasado jueves que “otro tanque que contiene agua
muy contaminada se desbordó y probablemente lo vertió al océano Pacífico”.
Es, pues, la segunda filtración de este tipo en menos de dos meses. La pregunta
se impone: ¿está Tokyo Electric Power Co, una gran corporación de la tercera
economía del mundo, en condiciones de llevar a cabo y alcanzar buen puerto una
compleja operación de, digamos, “limpieza antiradiactiva” que podría prolongarse
durante décadas?
La corporación informó,
tuvo que informar, “que el agua que se filtró contenía 200.000 becquerelios/l de
isótopos radiactivos que emiten partículas beta, incluido estroncio 90”. El
límite legal para el estroncio 90 es de unos 30 becquerelios/l. Según señaló el
portavoz Masayuki Ono a la prensa, cerca de 430 litros de agua fue vertida
durante unas 12 horas después de que un trabajador juzgara erróneamente la
cantidad de líquido que podía contener el tanque. La compañía está llenando tanques hasta el borde,
No tiene la capacidad para afrontar el aumento de agua contaminada. El líquido
radiactivo “posiblemente ha ido a una zanja que lleva al Pacífico, a unos 300 m,
del tanque”.
La radiación medida del
agua que se filtra de las instalaciones está confinada mayoritariamente al
puerto, junto a la central, han afirmado alegremente las autoridades. No es una
amenaza medioambiental para otros países; se diluye en el mar, han añadido.
¿Quién les puede creer?
Lo dicho, pues, por el gran
científico republicano e internacionalista Eduard Rodríguez Farré pocos días
después de la hecatombe de 11 de marzo de 2011: un Chernóbil a cámara
lenta. Este es el escenario. De ahora y en décadas.
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