Miles de espectadores de TVE
vieron el 11 de enero de 2004 a Neil Armstrong y Buzz Aldrin explorando
edificios en ruinas en el Mar de la Tranquilidad, en la Luna. Imágenes inéditas,
se leía sobreimpresionado. Y Juan José Benítez decía:
“Ésta fue la verdad, la única y
secreta verdad. Aquel 21 de julio de 1969, Armstrong y Aldrin se alejaron
escasos metros del módulo, filmando esta increíble construcción.
Esta película, de 14 minutos,
jamás fue difundida por la NASA”.
Numerosas copias del fragmento de
la filmación emitido por TVE pueden verse en la actualidad en YouTube, bajo
títulos como Vídeo censurado del viaje a la Luna y Construcciones en la Luna
ocultadas por la NASA.
Miles de espectadores de TVE vieron el 11 de enero de 2004 a Neil Armstrong y Buzz Aldrin explorando edificios en ruinas en el Mar de la Tranquilidad, en la Luna. Imágenes inéditas, se leía sobreimpresionado. Y Juan José Benítez decía:
El ufólogo navarro sostiene que hace 39 años
“el mundo, una vez más, fue engañado”, que nos ocultaron el hallazgo de ruinas
alienígenas en el satélite terrestre. A él se lo contó “un alto militar
norteamericano”, ya fallecido, cuya identidad nunca ha revelado y que consiguió
hacerse con una copia de la película rodada en el Mar de la Tranquilidad, la que
muchos creen todavía que se vio en TVE hace cuatro años. Un documento único
porque los vestigios extraterrestres ya no existen: Washington los destruyó con
bombas atómicas. Pero el militar desconocido no es el único que afirma que los
astronautas encontraron construcciones en la Luna.
Un espía inexistente ;
Quien primero habló a Benítez de las ruinas
lunares fue Carlos Paz Wells, un peruano que en los años 70 decía estar en
contacto con seres de otros mundos. “Tenemos constancia de que los
norteamericanos también conocen la existencia de las antiguas instalaciones de
la Confederación (una unión planetaria al estilo de Star Trek). Y, según los
guías, los lanzamientos realizados por los distintos Apollos de pequeñas bombas
nucleares contra la superficie de la Luna no tenían la única finalidad de medir
los posibles movimientos telúricos del satélite. Muy al contrario. La verdadera
intención de los norteamericanos era destruir dichas instalaciones, cuyas
posiciones conocían de antemano”, afirmaba Paz en Ovnis: SOS a la Humanidad
(1975), la obra de Benítez dedicada a las andanzas del Instituto Peruano de
Relaciones Interplanetarias (IPRI).
Otra fuente, terrestre, confirmó poco después a
Benítez la pasada presencia alienígena en la Luna. En 1979 llegó a las librerías
españolas la obra Bases de ovnis en la Tierra. Su autor, Douglas O’Brien, decía
ser un espía de la CIA arrepentido afincado en nuestro país. El libro era en
realidad una novela firmada con pseudónimo por Javier Esteban, entonces un joven
de veintiún años. “Para escribir la novela era preciso crear historias con
fechas, lugares, etcétera.
Para evitar la tarea de inventar miles de
datos, acudí a las hemerotecas y tomé nota de miles de diversas fuentes:
periódicos, revistas… De esta forma, incluía datos auténticos de sucesos
ocurridos, tales como accidentes de aviones militares, expulsiones de
diplomáticos, detenciones de espías, etcétera”.
Esteban salpicó su relato del espía arrepentido
de accidentes de ovnis y asesinatos. Varios ufólogos contactaron con él creyendo
que hablaban con un ex agente de la CIA, y el joven les siguió el juego. Algunas
de sus historias acabaron publicadas en periódicos, revistas esotéricas y libros
de platillos volantes como hechos reales. Revelaba en su libro, entre otras
cosas, que, tras descubrirse “cinco bases o lugares de estacionamiento distintos
de ovnis en la Luna”, EE UU las había destruido con bombas atómicas. “Lo
gracioso del asunto es imaginar a personas en su sano juicio investigando la
verosimilitud de tales disparates”, recuerda el autor de Bases de ovnis en la
Tierra.
Como en toda conspiración que se precie, en
ésta también hay de por medio un presunto empleado de la NASA. Se llamaba Alan
Davis y murió en Sevilla hace unos años. Decía ser ingeniero de
telecomunicaciones y que, en la noche de la llegada del hombre a la Luna, había
visto en la estación de la NASA de isla de Antigua unas imágenes que ocultó al
resto del mundo. Según varios ufólogos, era el encargado en la base caribeña de
cortar la señal de televisión si sucedía algo inconveniente, y es lo que hizo
cuando los astronautas del Apollo 11 se dieron de bruces con los edificios
extraterrestres. “Es mentira. Nadie podía cortar la señal. Todo eso de las
ruinas en la Luna no son nada más que tonterías”, sentencia Luis Ruiz de
Gopegui, director de la Estación de Seguimiento de Fresnedillas de la NASA en
tiempos del proyecto Apollo.
La instalación madrileña era una de las tres
estaciones claves en las comunicaciones con los astronautas, junto con las de
California (EE UU) y Canberra (Australia). “En el momento del alunizaje,
correspondió a Fresnedillas estar en contacto con la nave. Cuando Armstrong y
Aldrin abandonaron el módulo lunar, era California”, indica Ruiz de Gopegui. Los
conspiranoicos argumentan que la NASA ocultó -¿para qué?- la existencia de los
edificios y que hay que creer a Alan Davis. “¿Por qué se va a dudar de una
persona que tiene esa valentía?”, dice uno de sus amigos. Por una razón muy
simple, porque ni él ni nadie ha presentado nunca una sola prueba que respalde
sus extraordinarias afirmaciones, equiparables a las de quienes sostienen que
ningún avión se estrelló contra el Pentágono el 11-S.
Y es que la película que mostró Benítez en la
penúltima entrega de la serie Planeta encantado no es una documento grabado en
la Luna, a pesar de que apareciera sobreimpresionada la leyenda Imágenes
inéditas. La filmación es una recreación, un encargo del ufólogo a Dibulitoon
Studio, una firma de animación radicada en Irún. Los astronautas que recorrían
edificios en la Luna eran guipuzcoanos. Ésa es la verdad, la única y pública
verdad.
Todo se supo por casualidad. Un grupo de
radioaficionados captó una conversación secreta entre la NASA y los astronautas
del Apolo 11 Neil Armstrong y Buzz Aldrin, en un “canal reservado” para estos
mensajes, que revela que los tripulantes de la nave vieron ovnis y estructuras
extraterrestres.
Un ex empleado de la NASA, Otto Binder,
reconoció muchos años después de la misión que sí se registró tal diálogo.
Todavía más. Maurice Chatelain, un especialista
en comunicaciones de la agencia espacial, admitió que “el encuentro con ovnis
era perfectamente conocido en la NASA” y que “todas las misiones Apolo fueron
seguidas por ovnis”.
En su libro “Beyond Top Secret”, el ufólogo
Timothy Good, como otros, sostiene que los astronautas vieron extraterrestres en
la Luna. La evidencia reside en la conversación secreta captada por los
radioaficionados. A continuación, una parte de ese diálogo, tomada de
Internet:
Apolo 11: ¿Qué diablos era? Es lo que quiero
saber. Estas cosas eran gigantescas, señor. ¡Dios mío, usted no lo
creería!
NASA: …¿Qué diablos pasa?
Apolo 11: Están aquí, bajo la superficie.
NASA: ¿Qué hay ahí? Control de misión llamando
a Apolo 11.
Apolo 11: Estamos aquí, los tres. Pero hemos
encontrado visitantes…
Por las instalaciones, parece que han estado
aquí desde hace mucho tiempo… Digo que ahí afuera hay aparatos espaciales. Están
alineados en filas al otro lado del cráter…Quienes pensaron que la tripulación vio un ovni
reforzaron su creencia porque varias fotos de la misión Apolo 11 muestran
inexplicables destellos en el cielo.
Las versiones de ovnis en la Luna o vigilando a
los vuelos tripulados no son nuevas. Desde la creación de la NASA, en 1958, hay
larga historia de avistamientos de ovnis de parte de sus pilotos de aviones y
sus astronautas.Joseph Walker, piloto del avión de pruebas
X-15, en una charla en mayo de 1962, anunció que unos meses antes filmó dos
ovnis en forma de disco.
Dos meses después, otro piloto del X-15, el
mayor Robert White, reveló que su nave fue rodeada por una escuadrilla de ovnis
al volar a unos 9,800 m de altura.En 1965, la Oficina Federal de Investigaciones
(FBI) descubrió que un informador de la NASA filtraba información sobre ovnis y
lo asienta en un expediente, en septiembre de ese año.
En la mañana del 14 de marzo de 1990, Donald
Ratsh, un radioaficionado de Baltimore, Maryland, seguía las transmisiones del
transbordador Discovery cuando oyó la siguiente comunicación: “Houston, aquí
Discovery, tenemos un problema. Tenemos un incendio”. Poco después dice Ratsh,
se oyó una transmisión adicional: Houston, aquí Discovery. Todavía tenemos la
nave espacial bajo observación. Una fuente de la NASA informó que el
transbordador estuvo involucrado en un incidente con un ovni
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