Los llamados
negacionistas del calentamiento global, englobados de esta manera por los
grandes medios de comunicación, insisten en definir que el cambio climático es
una realidad, pero que no tiene que ver con la actividad humana (cambio
climático de origen antropogénico), sino con otra serie de procesos que están
afectando a todo el sistema solar.
Una buena parte
de ellos asegura que el cambio climático está relacionado con la actividad
solar.
Algunos dicen
que el cambio está produciendo un enfriamiento y otros sostienen que en realidad
hay un proceso de calentamiento, pero que tiene que ver con la actividad solar
más que con la contaminación generada por el hombre.
La mayoría de
los llamados negacionistas aseguran que la idea de cambio climático
antropocéntrico lo que busca es imponer entre las naciones un impuesto global a
las emisiones de carbono que mantengan a las potencias emergentes limitadas en
su crecimiento mediante una mordaza económica.
Sea cual sea la
teoría que abonen, lo cierto es que cada vez hay más datos astronómicos acerca
de un cambio climático en todo el sistema solar. Para ello, bastan dos recientes
ejemplos avistados por los astrónomos.
Por un lado,
científicos han estado observando recientemente masivos cambios en Júpiter, el
planeta más grande de nuestro sistema solar. Enormes cinturones en la atmósfera
del planeta han cambiado de color, zonas de radiación se han desvanecido sólo
para volver a activarse intermitentemente, los niveles de las nubes se han
condensado y disuelto y rocas espaciales han estado impactando al gigante de
gas.
Estos cambios,
señala Glenn Orton, del Jet Propulsion Laboratory, son de escala global.
Cambios así en nuestro planeta podrían acabar con la vida o al menos alterar
radicalmente aquello que conocemos como tal–aunque evidentemente una de las
cosas que sustenta la vida en la Tierra es una atmósfera estable.
Ya en el 2009
astrónomos observaron la desaparición de un banda marrón en el cinturón
ecuatorial del sur joviano, la cual reapareció en el 2011.
Orton y su
equipo luego descubrieron que el cinturón ecuatorial del norte se emblanqueció
más de lo que lo había hecho en un siglo y luego volvió a oscurecerse este año.
Radiación emitida de la atmósfera desapareció del 2010 al 2011 y volvió en junio
de este año. También se observaron coportamientos aparantemente anómalos en las
nubes.
Entre otros
cambios, los investigadores destacaron que el planeta ha sufrido el impacto de
una serie de objetos, lo que ha creado “bolas de fuego visibles para los
observadores aficionados desde la Tierra”.
“Hay
fenómenos que están sucediendo por primera vez y otros que hacía décadas que no
veíamos”, dijo Orton.
La comunidad
científica hasta el momento no tiene explicación para lo que está sucediendo en
este planeta, aunque algunos personas creen que tal vez Júpiter presenta
comportamientos aparantemente caóticos comúnmente y es sólo hasta ahora que
existen tantos astrónomos amateurs y herramientas de observación que lo notamos.
Claro que también existe la posibilidad de que nuestros conocimientos de física
y meteorología no sean suficientes para entender lo que sucede en un sistema
extraño como el del gran gigante planetario de nuestro sistema.
Cambios
similares han sido apreciados en otros planetas, como es el caso de
Urano.
Un equipo
internacional de científicos ha realizado un estudio sobre Urano que revela que
el viento en el planeta puede alcanzar rachas superiores a los 900 kilómetros
por hora. Según los expertos, se trata de un dato “sorprendente” ya que,
cuando la sonda ‘Voyager’ pasó junto a Urano, en 1986, mostró un ‘paisaje’ con
pocas novedades, lo que provocó que los astrónomos bautizaran al planeta como
‘el agujero negro del Sitema Solar’.
El nuevo
trabajo, presentado en el encuentro de la ‘Sociedad Astronómica Americana’, se
ha realizado gracias a nuevas imágenes obtenidas gracias a una nueva técnica en
el Observatorio de Keck (Hawaii), que han desvelado un clima “extraño” en
Urano.
Concretamente,
las imágenes revelan que el planeta tiene una gruesa atmósfera de hidrógeno,
helio y metano y que allí los vientos soplan principalmente de este a oeste a
velocidades que alcanzan los 900 kilómetros por hora, a pesar de las pequeñas
cantidades de energía disponibles para conducirlos, según han indicado los
científicos.
Además, los
investigadores han señalado que la atmósfera es casi igual a la de Neptuno y que
sus temperaturas alcanzan el frío suficiente como para congelar el metano,
alrededor de los -180ºC.
Una de las
autoras del trabajo, Heidi Hammel, ha explicado que “estas imágenes
revelan una asombrosa cantidad de complejidad en la atmósfera de
Urano“. “Se sabía que el planeta estaba activo, pero hasta ahora la mayor
parte de la actividad fue enmascarada por ‘ruido’ en los datos“, ha
apuntado.
Por su parte, el
científico Larry Sromovsky, ha explicado que los grandes sistemas
meteorológicos de Urano se comportan de forma diferente a los ahora detectados.
Según ha indicado, la banda de nubes en forma de onda cerca del ecuador del
planeta puede indicar inestabilidad atmosférica.
“Esto es
nuevo y no se acaba de entender lo que significa porque no se ha visto en ningún
otro lugar”, ha confesado el investigador.
“Algunos de
estos sistemas meteorológicos permanecen fijos en ciertas latitudes, pero
experimentan grandes variaciones en su actividad; mientras otros experimenta
grandes cambios en el tamaño y forma”, ha añadido.
Ahora, el equipo
comenzará a trabajar en el estudio del séptimo planeta del Sistema Solar y
advierten que Urano “está cambiando”.
“No se espera
que las cosas permanezcan tal y como están ahora”, ha señalado
Sromovsky.
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