Supón que un asteroide gigante está a punto de impactar contra la Tierra. El impacto es seguro. Se espera que haya una devastación global, que afectará, por supuesto, a la raza humana. Los gobiernos deciden que no pueden hacer nada. ¿Querrías enterarte? ¿O preferirías que los gobiernos ocultaran la información para evitar un sufrimiento innecesario?
De acuerdo a esto, el gobierno de los Estados Unidos ha aconsejado retener la información en el caso que se prevea un impacto catastrófico, si se determina que es inminente. Esta fue la conclusión a la que llegaron cuando el 13 de Febrero del 2003 los medios centraron su atención en las controvertidas palabras del estudiante Geoffrey Sommer, quien habló en un panel de siete integrantes durante un simposio sobre el riesgo de impacto que se llevó a cabo en Denver, Estados Unidos, en la prestigiosa American Association for the Advancement of Science (AAAS). Sus palabras fueron las siguientes:
“Cuando se presenta un problema con elevada incerteza, tenemos la oportunidad de evitar el pánico global. Si no es posible hacer nada a pesar de haber recibido el aviso, no hay razón para emitir este aviso. Si es inevitable un impacto que causará la extinción, para la población la ignorancia es una bendición.”
Los científicos estiman que debe haber unos mil cien objetos cercanos a la Tierra con tamaños de un kilómetro o más. De estos, ya se han encontrado alrededor de seiscientos cuarenta. Centenares de miles de objetos más pequeños, con un poder de destrucción regional, no masivo, rondan la misma región del espacio que la Tierra. Las órbitas cambian con el tiempo. Los asteroides que hoy no son peligrosos pueden serlo en unos siglos o milenios. El impacto de un objeto de un kilómetro o más puede acabar con la civilización. Como lo saben todos los expertos, es algo que puede ocurrir, sea el año próximo o en un millón de años.
Ante la falta de un plan para desviar o destruir un asteroide que amenaza con su impacto, o sobre cómo sobrevivir al golpe, Sommer dice que los políticos deberían preguntarse si sirve para algo decirle al público que está condenado. Lee Clarke, un sociólogo de la Universidad Rutgers que aboga por un planeamiento que mitigue cualquier desastre, también habló en el famoso simposio. Ha estudiado las grandes catástrofes de todos los tiempos y el supuesto pánico de la gente que viene aparejado. Opina que el concepto de que todos se vuelven locos es un gran mito.
“Llevamos cinco décadas investigando todo tipo de desastres —terremotos, tornados, caída de aeroplanos, etc…, y la gente raramente pierde el control”, dijo Clarke. “Los políticos deberían aceptarlo ya. La gente es muy capaz de seguir planificaciones, incluso cuando están frente a calamidades extremas, pero esas planificaciones deben existir.”
Clarke piensa que un esquema de supervivencia requeriría una buena comunicación internacional y debería ser discutido en las Naciones Unidas para que los países pobres no sean dejados de lado en las notificaciones y en la planificación de movilizaciones. Se imagina que lo peor que podrían hacer los gobiernos es perder la confianza de sus pueblos al esconder información, pero aclara que el secreto puede ser tentador para algunos oficiales públicos.
“Mantener en secreto una cosa que es potencialmente muy peligrosa es una idea que puede sonar muy bien para la administración actual de Washington”, dijo Clarke.
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