Gracias a los avances en genética, una reserva natural de Siberia pronto podría convertirse en un Parque Jurásico en la vida real y acoger en su territorio a mamuts que se extinguieron hace 10.000 años.
El último logro de un equipo de científicos de Suecia, Rusia y EE.UU., ha podido descifrar por primera vez el genoma del mamut y abre camino para una posible clonación de la especie, publica The Siberian Times.
“El trabajo es solamente un preámbulo para una probable resurrección del mamut lanudo, o por lo menos la posibilidad de introducir los genes del mamut al elefante asiático para que pueda sobrevivir en el Ártico“, confirma el genetista evolutivo Vincent Lynch, de la Universidad de Chicago, EE.UU.
De este modo, el parque Pleistocene, de 16 kilómetros cuadrados en el norte de Siberia, ya fue propuesto como el potencial nuevo hogar para los extintos mamíferos. Se trata de una reserva natural situada en la región rusa de Yakutia, con temperaturas extremadamente bajas.
Un estudio revela cómo los mamuts sobrevivían al frío
Los mamuts lanudos, a diferencia de sus ‘primos’ los elefantes, eran criaturas del frío, con largos abrigos peludos, gruesas capas de grasa y orejas pequeñas que mantenían la pérdida de calor al mínimo. Por primera vez, los científicos han catalogado exhaustivamente los cientos de mutaciones genéticas que dieron origen a la diferencia entre las dos especies.
La investigación revela cómo los mamuts lanudos (Mammuthus primigenius) evolucionaron a partir del ancestro que comparten con los elefantes asiáticos (Elephas maximus). Los expertos indican que incluso podría servir como una receta para ‘crear’ elefantes que puedan sobrevivir en Siberia.
“Estos son los genes que necesitaríamos para alterar en un genoma del elefante y crear un animal que sea, sobre todo, un elefante, pero que sea capaz de sobrevivir en algún lugar frío”, señaló una de las autoras del trabajo, Beth Shapiro, genetista de la Universidad de California. Aunque parezca un proyecto “extravagante”, la iniciativa ya está en desarrollo, aunque en una etapa muy temprana en un laboratorio de investigación en Boston.
El primer genoma de mamut lanudo se publicó en 2008, pero contenía demasiados errores para distinguir con fiabilidad dónde se diferencia del de los elefantes. Otros estudios más modernos han individualizado los genes de mamut para una inspección más precisa y la identificación de mutaciones que habría dotado a los animales con más capas de grasa y proteínas de hemoglobina que transportan oxígeno para soportar mejor el frío.
Así, en el último estudio, se han secuenciado los genomas de tres elefantes asiáticos y dos mamuts lanudos (uno murió hace 20.000 años y el otro hace 60.000) a una muy alta calidad. Encontraron alrededor de 1,4 millones de letras de ADN que difieren entre ambos y que alteran la secuencia de más de 1.600 genes codificadores de proteínas.
Gracias a estos genes se obtiene información acerca de lo que hacen esas proteínas en otros organismos y que pueden estar implicados en el desarrollo de la piel y el cabello, en el almacenamiento de grasa y el metabolismo, así como en la sensación de temperatura y otros aspectos de la biología potencialmente relevantes para la vida en el Ártico.
Por ejemplo, varios de los genes con cambios únicos para los mamuts estaban involucrados en el ajuste del reloj circadiano, una adaptación potencial para vivir en un mundo con inviernos oscuros y veinticuatro horas de luz en los días de verano. Otros animales del Ártico, como algunos renos, tienen mutaciones similares, según explicaron los expertos.
Los genomas del mamut también contenían copias adicionales de un gen que controla la producción de las células de grasa y variaciones en los genes vinculados con la insulina. A su vez, estos están vinculados a la diabetes o su prevención. Además, varios de los genes que difieren entre los mamuts y los elefantes están involucrados en la detección de calor.
GEN ‘RESUCITADO’
El equipo ha hallado en el mamut uno de los genes de detección de calor que codifica una proteína llamada TRPV3 que se expresa en la piel y también regula el crecimiento del cabello. Esta secuencia genómica expuesta en laboratorio a temperaturas diferentes ha revelado que en el mamut es menos sensible al calor que la versión elefante.
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