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lunes, 14 de octubre de 2013

Mutilaciones humanas y de ganado : ¿ Un Depredador Astral ?

Va de suyo que el lector conoce, someramente el tema, y que tiene una idea más o menos formada de la complejidad del mismo (lo que nos eximirá de ser redundantes hasta el hartazgo de tanto material que circula por allí), así como de los esfuerzos explicativos en términos seudo racionalistas, como el de alimañas, meteorismo, sádicos graciosos, etc. 

Parto del preconcepto que ese conocimiento previo del lector (menuda tarea le dejo) le habrá llevado a tener su propia idea, quizás cercana a la remanida visita de extraterrestres (de allí esa referencia al fenómeno OVNI perenne). En consecuencia, vamos a hacer en conjunto, a partir de toda la información existente, un esfuerzo e ir más allá, tras alguna hipótesis explicativa, hipótesis que se alimenta no sólo de los casos investigados en el lugar por el autor, sino por la reflexiòn y comparación con el material reunido por otros colegas de experiencia y seriedad comprobada.

Las depredaciones de ganado

Si bien en uno de nuestros podcasts sobre mutilaciones reflejamos las vertientes existentes y de alguna manera señalamos lo interesante de algunas propuestas el paso del tiempo y la evoluciòn de nuestras reflexiones nos obliga a plantear algunas inquietudes. Enumerémoslas:

a) Dejando de lado la cantidad de episodios donde, obviamente, se confunde con mutilaciones –de aquì en más, el término remitirá a aquellas efectuadas por agentes desconocidos- la acciòn de alimañas de toda laya, manipulaciones humanas (en este ítem debemos incluir no solamente las fraudulentas (escasas, por cierto) hechas con intenciòn de burla o rédito promocional o económico, sino más bien las operaciones de “contrainteligencia” para enmascarar otras situaciones, como hemos puesto de manifiesto en nuestro “Informe sobre Mutilaciones de Ganado en Argentina, año 2002”), fenómenos naturales, etc, las estadísticas de alta extrañeza son contestes en la descripción de un fenómeno donde: (1) los cortes están hechos con delicadeza y precisiòn, evidente “trazo” de corte; (2) no hay huellas en las proximidades; (3) las áreas en el cuerpo de los animales mutiladas son siempre las mismas; (4) en todos los casos de alta extrañeza, se observa “autolisis” –el tejido continúa autodestruyéndose un tiempo luego de la muerte del animal- (5) en casi todos los casos una hipertermia asociable a una fuente de microondas, (6) la mayor parte de las mutilaciones coinciden con luna creciente.

b) La explicación de los “cirujanos extraterrestres” cae por su propio peso y queda expuesta como una teoría simplista en extremo, ya que quienes detenten la tecnología capaz de atravesar distancias cósmicas y actuar en nuestro entorno como lo hacen, no necesitan trozar un poco de res aquí y otro poco allá; pueden llevarse unos cuantos animales y recrear su propio rancho en algún confín estelar. Y además, si de investigaciones se tratara, ¿porqué mutilar siempre las mismas partes?. Seguramente alguien señalará que la afirmación (A1) ut supra indicada sobreentiende la acciòn de algún instrumental de tipo quirúrgico, toda vez que si se tratara –como propondremos- de la acciòn mecánica de un depredador (claro que no terrestre) el corte debería ser más irregular. Esta conclusión empero es dudosa, toda vez que es la extrapolación de una suposición basada en la experiencia terrestre: que un animal, atacando, mutila en forma de desgarro, sesgo o dentado. Fuera de la obviedad que ignoramos todo sobre los órganos o elementos de depredaciòn del ente a que nos estamos refiriendo tenemos una propia teoría (que se fortalece con el punto A4): el instrumento de corte opera como un campo, que quizás absorbe o desintegra (o licúa) la parte atacada con efecto remanente (lo que provoca la autolisis señalada).

c) Los defensores de la “intervención extraterrestre”, inevitablemente remiten a la observación de OVNIs en tiempos y lugares coincidentes con las mutilaciones. Y aquì comienza la necesaria crítica: se parte de dos presupuestos que, como tales, son subjetivos: (1) que las “luces no identificadas” son “ovnis”, y (b) que los “ovnis” son, única y excluyentemente, vehículos extraterrestres. Esto a su vez, tiene otras implicancias: hemos señalado en nuestro trabajo anterior ya citado que ha habido casuísticas mutilatorias “intoxicadas” por grupos directa o indirectamente vinculados a operaciones de inteligencia. Para ello, qué mejor que estimular y reforzar la asociación de ideas “mutilaciones = ovnis” en el ideario colectivo para una mejor prosecución de sus objetivos, siendo entonces casi un trabajo infantil, para esos mismos grupos, generar esas “luces”. Por otra parte, es tan supina nuestra ignorancia tanto de los vectores extraterrestres como hipotéticamente extradimensionales, que nada podemos decir de la suposición que las manifestaciones de un sutil “plano astral” no pudieran venir acompañados de los mismos enigmáticos fenómenos lumínicos. Una vez más: que una “luz desconocida” se asocie a un OVNI (con la carga semántica de “vehículo extraterrestre”) es sólo un “meme” de la opinión pública.

En numerosos trabajos, tanto en este blog como en nuestra revista digital “al Filo de la Realidad”, hemos presentado las evidencias, argumentos y reflexiones que abonan la hipótesis que una parte sustancial (muy sustancial) de los “reportes OVNI” en realidad remiten a la aparición de “vectores” de origen extradimensional, y que su reducciòn a “vehículos extraterrestres” es sólo la expresión del paradigma cultural dominante en estos tiempos de viajes espaciales. Nos reiteramos una vez más: no niego las visitas extraterrestres. Sólo sostengo que son episódicas y que –como explico acabadamente en esos artículos- lo que se presenta como evidencia de “extraterrestre” sirve más bien, si no se hace una lectura sesgada y oportunista (tomando sólo en cuenta la casuìstica que “cierra” con la Hipótesis Extra Terrestre) como evidencia “extradimensional”.

Las mutilaciones y la luna

La coincidencia ya apuntada sobre el correlato entre las acciones mutilatorias y las fases de la Luna, llevan a este autor a evocar tanto mito y tanta leyenda asociados a Selene. En consonancia con las reflexiones aportadas aquí, proponemos, como momentáneo paréntesis antes de continuar profundizando en otros artículos esta investigación, repasar algunos apuntes alguna vez publicados bajo el título “Viejos mitos a la luz de la teoría Astral”.

Las reflexiones hechas en artículos anteriores nos brindan la posibilidad de reconsiderar ciertas “leyendas” y “supersticiones” tenidas por siglos como tales pero que, sin embargo, se sostuvieron extrañamente en el inconsciente colectivo, como es el caso de los “mitos” sobre vampiros y “hombres lobo”. En este último caso, y a pesar de ciertas explicaciones psicologistas (que nos remiten a la persistencia en la imaginación colectiva de la proximidad y peligro que para el Hombre del Medioevo significaban bosques poblados por lobos, convivencia con el peligro que, por su arrastre emocional, habría sobrevivido en forma de leyendas) cabe preguntarse si detrás de todo ello no podría subyacer alguna probabilidad de fenómenos ocultistas malinterpretados. Puestos a reconsiderar estas disciplinas, no podemos menos que señalar que los conceptos expresados hasta aquí nos permiten encontrarle un sentido lógico a viejas historias de hombres lobo (“werewolf” o “lobizón”, en este último caso, como acostumbra llamársele en América del Sur), vampiros y la sempiterna Luna llena como telón apropiado de fondo para estas sagas.

Ambos (vampiros y lobizones) se manifiestan –si hemos de seguir la creencia popular– especialmente las noches de Luna llena. Ahora bien, esta fase de nuestro satélite natural tiene ciertas peculiaridades interesantes desde el punto de vista con que abordamos estas temáticas. Para comenzar, la luz emitida por Selene es lo que podríamos llamar una luz “polarizada”, con especiales características vibratorias. Sin dejar de tener en cuenta el sabido incremento de hechos de violencia física y accidentes que ocurren durante su fase (como saben muy bien los profesionales que trabajen en hospitales o precintos policiales), podemos también remitirnos a algunas experiencias caseras: si ustedes gustan de la pesca deportiva, sabrán que el pez extraído del agua y dejado a la luz de la misma se descompone de manera harto más rápida que en cualquier otra circunstancia. Incluso yo mismo he hecho la experiencia de dejar algunos peces aún vivos en el agua, para comprobar que la consistencia de su carne se desmenuza bajo los dedos aun antes de darles muerte. Pero también sabemos que, astrológicamente, cada astro se “corresponde” (en el sentido que le da la Ley de Correspondencia, otra de las siete Leyes Fundamentales del Universo) con determinados otros elementos de la naturaleza, entre ellos, los metales. Así, la correspondencia de la Luna es la plata. Y bien, tal como nos lo recuerdan la malas películas de terror clase “Z” americanas, ¿de qué material debe estar hecha, por ejemplo, la bala que de muerte a un “lobizón”?. Pues, precisamente, de plata. Y una bala es una punta; en este caso, una punta de plata. ¿Y se hace necesario recordar otra vez a Eliphas Levi, cuando en su texto “Dogma y Ritual de Alta Magia” nos dice, textualmente, que “las puntas de plata impiden la condensación de la luz astral”?.

Aún más. El “mito” del vampiro encierra la regla que éste no sólo no se refleja en los espejos sino que éstos le son particularmente repugnantes. Y antiguamente, el espejo se “platinaba”, es decir, se cubría una cara de un vidrio con una solución de un derivado de plata lo que le daba particularmente su característica reflexiva. Es más, en el lenguaje castellano antiguo, precisamente se llamaba “luna” a los espejos, por esa asociación. Y ese rechazo no es algo propio de los vampiros: personalmente he asistido a numerosas sesiones de cultos afroamericanos, candomblé, umbanda y quimbanda (de cuyos peligros hablaremos en otra oportunidad) donde algunos participantes “montados” por entidades del bajo astral retroceden horrorizados si inadvertidamente pasan frente a un espejo (de ahí la costumbre, si dichas sesiones se celebran en un lugar donde no es posible retirarlos, de cubrirlos con paños negros). Así que podemos concluir que es posible aceptar la idea de que los históricamente así llamados “vampiros” y “hombres lobo”, sean entidades astrales, perniciosas y agresivas, que, o bien se “densifican” en nuestro plano hasta adquirir características vagamente humanoides que los hagan perceptibles, o bien parasiten (prefiero decirlo así antes que “posesionen”) de humanos o, mejor dicho, de la componente astral de tales humanos. En este último sentido, es interesante señalar que todas las corrientes ocultistas identifican al cuerpo astral con el “cuerpo de las emociones” (nuestra emocionalidad sería consecuencia, entonces, del equilibrio y estado general de nuestro cuerpo astral) de forma que los violentos cambios de conducta de estos pobres infelices podrían ser explicados en función de tal apropiación.

También es interesante señalar que es ya una tradición –cuando menos en muchos países- que el séptimo hijo varón de una familia sea apadrinado en su bautismo por el Presidente de la Nación (antiguamente lo hacía el rey). Si tenemos en cuenta que históricamente se sostenía que la realeza hereditaria disponía de ciertas “prebendas espirituales” (inspirada esta creencia seguramente en la presunción de su influencia divina), entre ellas el poder de sanación (hasta bien entrado el siglo XVIII era común en Francia y Holanda, por ejemplo, que cierto día del año el Rey se paseara entre la plebe tocando a los enfermos, ya que el atributo de “la mano de Dios”, como se llamaba, sostenía que quienes eran así eran agraciados curaban sus males) es lógico comprender que en tiempos de democracias, perdido el sentido esotérico original de la práctica, algunas de estas costumbres rituales se perpetuaran, entre ellas, la capacidad “exorcista” del Rey (ahora Presidente) quien con su influencia podría liberar a la pobre criatura de su estigma astral.

Aproximarnos a las “supersticiones” –palabra, que, siempre insisto, encierra más valor del que le asignamos, ya que proviene del vocablo latino “supérstite”: “lo que sobrevive”, en este caso, lo que sobrevive de un saber perdido- desde esta óptica ocultista puede tener el valor agregado, entonces, de una integración armónica y holística del conocimiento dormido en el inconsciente colectivo de esta humanidad.

Ahora bien. Si el fenómeno de las “mutilaciones de ganado” debe comenzar a ser considerado a la luz de este nuevo ángulo de abordaje, comienza a encontrar aquí también un lugar un epifenómeno sumamente inquietante: el de las mutilaciones humanas. Mutilaciones o simples (no tan simples, seguramente) homicidios, a veces en condiciones de escenario horripilantes. Planteado así, ¿qué distingue una mutilación cualquiera de ganado de estos casos que hemos expuesto aquí?.

Y damos un paso más adelante y, coincidentemente con el investigador argentinoDaniel Padilla, proponemos: el hecho que las áreas anatómicas depredadas sean siempre las mismas, ¿acaso no habla claramente, más que de un afán investigativo,de un hábito alimenticio?

Quizás sea redundante (pero ciertamente necesario) insistir, llegados a este punto, que los así denominados “ufólogos” deberían en términos generales extender su interés (y conocimiento) al campo de la fenomenología paranormal, con una formación más regular en el campo parapsicológico, si se desea alcanzar una comprensión más acabada de estos fenómenos.

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