Va
de suyo que el lector conoce, someramente el tema, y que tiene una idea más o
menos formada de la complejidad del mismo (lo que nos eximirá de ser redundantes
hasta el hartazgo de tanto material que circula por allí), así como de los
esfuerzos explicativos en términos seudo racionalistas, como el de alimañas,
meteorismo, sádicos graciosos, etc.
Parto del preconcepto que ese conocimiento
previo del lector (menuda tarea le dejo) le habrá llevado a tener su propia
idea, quizás cercana a la remanida visita de extraterrestres (de allí esa
referencia al fenómeno OVNI perenne). En consecuencia, vamos a hacer en
conjunto, a partir de toda la información existente, un esfuerzo e ir más allá,
tras alguna hipótesis explicativa, hipótesis que se alimenta no sólo de los
casos investigados en el lugar por el autor, sino por la reflexiòn y comparación
con el material reunido por otros colegas de experiencia y seriedad
comprobada.
Las depredaciones de ganado
Si bien en uno
de nuestros podcasts sobre mutilaciones reflejamos las vertientes existentes
y de alguna manera señalamos lo interesante de algunas propuestas el paso del
tiempo y la evoluciòn de nuestras reflexiones nos obliga a plantear algunas
inquietudes. Enumerémoslas:
a) Dejando de lado la cantidad de episodios
donde, obviamente, se confunde con mutilaciones –de aquì en más, el término
remitirá a aquellas efectuadas por agentes desconocidos- la acciòn de alimañas
de toda laya, manipulaciones humanas (en este ítem debemos incluir no solamente
las fraudulentas (escasas, por cierto) hechas con intenciòn de burla o rédito
promocional o económico, sino más bien las operaciones de “contrainteligencia”
para enmascarar otras situaciones, como hemos puesto de manifiesto en nuestro
“Informe sobre Mutilaciones de Ganado en Argentina, año 2002”), fenómenos
naturales, etc, las estadísticas de alta extrañeza son contestes en la
descripción de un fenómeno donde: (1) los cortes están hechos con delicadeza y
precisiòn, evidente “trazo” de corte; (2) no hay huellas en las proximidades;
(3) las áreas en el cuerpo de los animales mutiladas son siempre las mismas; (4)
en todos los casos de alta extrañeza, se observa “autolisis” –el tejido continúa
autodestruyéndose un tiempo luego de la muerte del animal- (5) en casi todos los
casos una hipertermia asociable a una fuente de microondas, (6) la mayor parte
de las mutilaciones coinciden con luna creciente.
b) La explicación de los “cirujanos
extraterrestres” cae por su propio peso y queda expuesta como una teoría
simplista en extremo, ya que quienes detenten la tecnología capaz de atravesar
distancias cósmicas y actuar en nuestro entorno como lo hacen, no necesitan
trozar un poco de res aquí y otro poco allá; pueden llevarse unos cuantos
animales y recrear su propio rancho en algún confín estelar. Y además, si de
investigaciones se tratara, ¿porqué mutilar siempre las mismas partes?.
Seguramente alguien señalará que la afirmación (A1) ut supra indicada
sobreentiende la acciòn de algún instrumental de tipo quirúrgico, toda vez que
si se tratara –como propondremos- de la acciòn mecánica de un depredador (claro
que no terrestre) el corte debería ser más irregular. Esta conclusión empero es
dudosa, toda vez que es la extrapolación de una suposición basada en la
experiencia terrestre: que un animal, atacando, mutila en forma de desgarro,
sesgo o dentado. Fuera de la obviedad que ignoramos todo sobre los órganos o
elementos de depredaciòn del ente a que nos estamos refiriendo tenemos una
propia teoría (que se fortalece con el punto A4): el instrumento de corte opera
como un campo, que quizás absorbe o desintegra (o licúa) la parte atacada con
efecto remanente (lo que provoca la autolisis señalada).
c) Los defensores de la “intervención
extraterrestre”, inevitablemente remiten a la observación de OVNIs en tiempos y
lugares coincidentes con las mutilaciones. Y aquì comienza la necesaria crítica:
se parte de dos presupuestos que, como tales, son subjetivos: (1) que las “luces
no identificadas” son “ovnis”, y (b) que los “ovnis” son, única y
excluyentemente, vehículos extraterrestres. Esto a su vez, tiene otras
implicancias: hemos señalado en nuestro trabajo anterior ya citado que ha habido
casuísticas mutilatorias “intoxicadas” por grupos directa o indirectamente
vinculados a operaciones de inteligencia. Para ello, qué mejor que estimular y
reforzar la asociación de ideas “mutilaciones = ovnis” en el ideario colectivo
para una mejor prosecución de sus objetivos, siendo entonces casi un trabajo
infantil, para esos mismos grupos, generar esas “luces”. Por otra parte, es tan
supina nuestra ignorancia tanto de los vectores extraterrestres como
hipotéticamente extradimensionales, que nada podemos decir de la suposición que
las manifestaciones de un sutil “plano astral” no pudieran venir acompañados de
los mismos enigmáticos fenómenos lumínicos. Una vez más: que una “luz
desconocida” se asocie a un OVNI (con la carga semántica de “vehículo
extraterrestre”) es sólo un “meme” de la opinión pública.
En numerosos trabajos, tanto en este blog como
en nuestra revista digital “al Filo de la Realidad”, hemos presentado las
evidencias, argumentos y reflexiones que abonan la hipótesis que una parte
sustancial (muy sustancial) de los “reportes OVNI” en realidad remiten a la
aparición de “vectores” de origen extradimensional, y que su reducciòn a
“vehículos extraterrestres” es sólo la expresión del paradigma cultural
dominante en estos tiempos de viajes espaciales. Nos reiteramos una vez más: no
niego las visitas extraterrestres. Sólo sostengo que son episódicas y que –como
explico acabadamente en esos artículos- lo que se presenta como evidencia de
“extraterrestre” sirve más bien, si no se hace una lectura sesgada y oportunista
(tomando sólo en cuenta la casuìstica que “cierra” con la Hipótesis Extra
Terrestre) como evidencia “extradimensional”.
Las mutilaciones y la luna
La coincidencia ya apuntada sobre el correlato
entre las acciones mutilatorias y las fases de la Luna, llevan a este autor a
evocar tanto mito y tanta leyenda asociados a Selene. En consonancia con las
reflexiones aportadas aquí, proponemos, como momentáneo paréntesis antes de
continuar profundizando en otros artículos esta investigación, repasar algunos
apuntes alguna vez publicados bajo el título “Viejos mitos a la luz de la teoría
Astral”.
Las reflexiones hechas en artículos anteriores
nos brindan la posibilidad de reconsiderar ciertas “leyendas” y “supersticiones”
tenidas por siglos como tales pero que, sin embargo, se sostuvieron extrañamente
en el inconsciente colectivo, como es el caso de los “mitos” sobre vampiros y
“hombres lobo”. En este último caso, y a pesar de ciertas explicaciones
psicologistas (que nos remiten a la persistencia en la imaginación colectiva de
la proximidad y peligro que para el Hombre del Medioevo significaban bosques
poblados por lobos, convivencia con el peligro que, por su arrastre emocional,
habría sobrevivido en forma de leyendas) cabe preguntarse si detrás de todo ello
no podría subyacer alguna probabilidad de fenómenos ocultistas malinterpretados.
Puestos a reconsiderar estas disciplinas, no podemos menos que señalar que los
conceptos expresados hasta aquí nos permiten encontrarle un sentido lógico a
viejas historias de hombres lobo (“werewolf” o “lobizón”, en este último caso,
como acostumbra llamársele en América del Sur), vampiros y la sempiterna Luna
llena como telón apropiado de fondo para estas sagas.
Ambos (vampiros y lobizones) se manifiestan –si
hemos de seguir la creencia popular– especialmente las noches de Luna llena.
Ahora bien, esta fase de nuestro satélite natural tiene ciertas peculiaridades
interesantes desde el punto de vista con que abordamos estas temáticas. Para
comenzar, la luz emitida por Selene es lo que podríamos llamar una luz
“polarizada”, con especiales características vibratorias. Sin dejar de tener en
cuenta el sabido incremento de hechos de violencia física y accidentes que
ocurren durante su fase (como saben muy bien los profesionales que trabajen en
hospitales o precintos policiales), podemos también remitirnos a algunas
experiencias caseras: si ustedes gustan de la pesca deportiva, sabrán que el pez
extraído del agua y dejado a la luz de la misma se descompone de manera harto
más rápida que en cualquier otra circunstancia. Incluso yo mismo he hecho la
experiencia de dejar algunos peces aún vivos en el agua, para comprobar que la
consistencia de su carne se desmenuza bajo los dedos aun antes de darles muerte.
Pero también sabemos que, astrológicamente, cada astro se “corresponde” (en el
sentido que le da la Ley de Correspondencia, otra de las siete Leyes
Fundamentales del Universo) con determinados otros elementos de la naturaleza,
entre ellos, los metales. Así, la correspondencia de la Luna es la plata. Y
bien, tal como nos lo recuerdan la malas películas de terror clase “Z”
americanas, ¿de qué material debe estar hecha, por ejemplo, la bala que de
muerte a un “lobizón”?. Pues, precisamente, de plata. Y una bala es una punta;
en este caso, una punta de plata. ¿Y se hace necesario recordar otra vez a
Eliphas Levi, cuando en su texto “Dogma y Ritual de Alta Magia” nos dice,
textualmente, que “las puntas de plata impiden la condensación de la luz
astral”?.
Aún más. El “mito” del vampiro encierra la
regla que éste no sólo no se refleja en los espejos sino que éstos le son
particularmente repugnantes. Y antiguamente, el espejo se “platinaba”, es decir,
se cubría una cara de un vidrio con una solución de un derivado de plata lo que
le daba particularmente su característica reflexiva. Es más, en el lenguaje
castellano antiguo, precisamente se llamaba “luna” a los espejos, por esa
asociación. Y ese rechazo no es algo propio de los vampiros: personalmente he
asistido a numerosas sesiones de cultos afroamericanos, candomblé, umbanda y
quimbanda (de cuyos peligros hablaremos en otra oportunidad) donde algunos
participantes “montados” por entidades del bajo astral retroceden horrorizados
si inadvertidamente pasan frente a un espejo (de ahí la costumbre, si dichas
sesiones se celebran en un lugar donde no es posible retirarlos, de cubrirlos
con paños negros). Así que podemos concluir que es posible aceptar la idea de
que los históricamente así llamados “vampiros” y “hombres lobo”, sean entidades
astrales, perniciosas y agresivas, que, o bien se “densifican” en nuestro plano
hasta adquirir características vagamente humanoides que los hagan perceptibles,
o bien parasiten (prefiero decirlo así antes que “posesionen”) de humanos o,
mejor dicho, de la componente astral de tales humanos. En este último sentido,
es interesante señalar que todas las corrientes ocultistas identifican al cuerpo
astral con el “cuerpo de las emociones” (nuestra emocionalidad sería
consecuencia, entonces, del equilibrio y estado general de nuestro cuerpo
astral) de forma que los violentos cambios de conducta de estos pobres infelices
podrían ser explicados en función de tal apropiación.
También es interesante señalar que es ya una
tradición –cuando menos en muchos países- que el séptimo hijo varón de una
familia sea apadrinado en su bautismo por el Presidente de la Nación
(antiguamente lo hacía el rey). Si tenemos en cuenta que históricamente se
sostenía que la realeza hereditaria disponía de ciertas “prebendas espirituales”
(inspirada esta creencia seguramente en la presunción de su influencia divina),
entre ellas el poder de sanación (hasta bien entrado el siglo XVIII era común en
Francia y Holanda, por ejemplo, que cierto día del año el Rey se paseara entre
la plebe tocando a los enfermos, ya que el atributo de “la mano de Dios”, como
se llamaba, sostenía que quienes eran así eran agraciados curaban sus males) es
lógico comprender que en tiempos de democracias, perdido el sentido esotérico
original de la práctica, algunas de estas costumbres rituales se perpetuaran,
entre ellas, la capacidad “exorcista” del Rey (ahora Presidente) quien con su
influencia podría liberar a la pobre criatura de su estigma astral.
Aproximarnos a las “supersticiones” –palabra,
que, siempre insisto, encierra más valor del que le asignamos, ya que proviene
del vocablo latino “supérstite”: “lo que sobrevive”, en este caso, lo que
sobrevive de un saber perdido- desde esta óptica ocultista puede tener el valor
agregado, entonces, de una integración armónica y holística del conocimiento
dormido en el inconsciente colectivo de esta humanidad.
Ahora bien. Si el fenómeno de las “mutilaciones de
ganado” debe comenzar a ser considerado a la luz de este nuevo ángulo de
abordaje, comienza a encontrar aquí también un lugar un epifenómeno sumamente
inquietante: el de las mutilaciones humanas. Mutilaciones o simples (no tan
simples, seguramente) homicidios, a veces en condiciones de escenario
horripilantes. Planteado así, ¿qué distingue una mutilación cualquiera de ganado
de
estos casos que hemos expuesto aquí?.
Y damos un paso más adelante y,
coincidentemente con el investigador argentinoDaniel Padilla, proponemos: el
hecho que las áreas anatómicas depredadas sean siempre las mismas, ¿acaso no
habla claramente, más que de un afán investigativo,de un hábito
alimenticio?
Quizás sea redundante (pero ciertamente
necesario) insistir, llegados a este punto, que los así denominados “ufólogos”
deberían en términos generales extender su interés (y conocimiento) al campo de
la fenomenología paranormal, con una formación más regular en el campo
parapsicológico, si se desea alcanzar una comprensión más acabada de estos
fenómenos.
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