Jake Barnett, 12 años de edad planea corregir
a Einstein
Jake Barnett definitivamente no es el niño promedio. Con 12 años de edad su cociente intelectual (IQ) es según los exámenes que se le han administrado un 170 (en la Escala de Inteligencia de Wechsler para Niños), el cual es la puntuación más alta posible.
Pero independientemente de si su IQ significa algo o no en la práctica, lo cierto es que este es un niño extraordinariamente fuera de serie.
Para empezar, su nivel de entendimiento de matemáticas, física, astronomía y astrofísica compite con lo mejor de los estudiantes de doctorado de las mejores universidades del mundo, y en la universidad en la que asiste (sí, ya está finalizando la universidad y pronto entrará a un programa de doctorado, o PhD), la IUPUI (Indiana University-Purdue University Indianapolis) regularmente no solo ayuda, sino que enseña a los asombrados estudiantes de esa institución.
A Jake lo diagnosticaron a temprana edad con una versión leve de autismo, pensando incluso su madre que su hijo no era normal ya que aun a los dos años no se comunicaba correctamente, pero al igual que Einstein, resultó ser todo un genio con las matemáticas.
Su nivel intelectual está creciendo a un ritmo tal, que según sus profesores ya está llegando a un punto en donde ellos ya no podrán enseñarle más, y será él quien tome de manos a ellos en enseñarle cosas.
Y cosas, aparenta que les enseñará, ya que Jake se ha embarcado en una tarea que para muchos es más que monumental: Continuar y mejorar el trabajo de Albert Einstein. Incluso dice que existen problemas con la teoría del Big Bang, y que actualmente está trabajando en una hipótesis para corregirla.
Como si fuera poco, Jake ya ha desarrollado su propia teoría de Mecánica Cuántica, e incluso será a los 13 años de edad un investigador a sueldo, cosa que muchos aspiran y pocos llegan aun siendo varias décadas más experimentados que Jake.
Afortunadamente, Jake puede hacer todo esto y comunicarse efectivamente con las personas, cosa que pocos autistas pueden hacer (para el alivio de su familia que inicialmente pensaron que tendrían un hijo desconectado del mundo práctico externo).
Según cuenta su familia, a la edad de 3 años ya podía resolver rompecabezas de 5,000 piezas, recitar hasta 70 dígitos de Pi, y una vez que tomó un mapa regional terminó memorizando todas las autopistas de todo el mapa, y durante un viaje se memorizó las placas numéricas de todos los autos que vio.
Pero quizás lo mejor de toda esta historia, es que Jake al final del día, más allá de ser catalogado como un genio, tiene una vida normal. Le gusta jugar e interactuar con sus amigos, ama los video-juegos, juega basketball, ama la música, le gustan las películas de ciencia ficción, ve el Disney Channel, e incluso ya tiene una novia y fue a su primer baile.
«No sólo voy a romper la Teoría de
la Relatividad de Einstein con éxito, sino que mi 'bagel' póstuma va a ser mucho mejor. Chúpate
esa». «Cita del día de Einstein: 'Si los hechos no encajan en la teoría, cambia
los hechos'. Suena como un 'hacker' de las relaciones públicas, ¡no como un
genio!». «No solo soy más inteligente que Einstein, mi gato en realidad está
vivo y muerto a la vez. Como el de Schrödinger (apellido del científico que hizo
un experimento imaginario de Mecánica Cuántica con un gato)».
Estos tuits dan una idea de a qué nivel se mueve Jacob Barnett, Jake
para la familia, un chico estadounidense de Indiana al que, con 14 años,
consideran un nuevo Einstein. Con dos años y medio, los médicos dijeron a su
madre, Kristine, que el pequeño sufría el síndrome de Asperger, una forma
leve de autismo, y empezó a recibir educación especial adecuada a esta
circunstancia.
—«Creo que tiene que reajustar sus expectativas sobre su hijo.
Estamos centrados en cosas como que aprenda a vestirse por sí solo», contestó el
maestro.
Profetizaban que su hijo nunca leería, que ni siquiera sería capaz de
atarse los zapatos al menos hasta cumplir los 16. Pero Kristine decidió seguir
sus instintos de madre —y profesora de guardería— y, en contra de lo que
pensaban los especialistas e incluso su marido, tomó lo que ella define como «la
decisión más temible» de su vida. Avalada eso sí por los puzles de 5.000
piezas que el crío era capaz de resolver a esa edad. Le sacó de la educación
especial que solo había logrado meterle más y más en su mundo (había dejado de
hablar) y comenzó a prepararlo para que se incorporase a las clases 'normales'.
Así, puso su mirada en seguir la «chispa» de Jacob, como ella la denomina, en
aquello que parecía despertar su interés. «¿Por qué concentrarse en lo que él no
podía hacer? ¿Por qué no centrarse en lo que sí podía?». Con este pensamiento y
apoyándose en las experiencias infantiles normales (softball, comidas campestres
alrededor de la hoguera y juegos) empezó a romper los muros que rodeaban a su
hijo.
La madre de Jacob
se dedicó a fomentar lo que parecían ser las grandes aficiones de su
pequeño, que se dedicaba a decorar paredes y ventanas con fórmulas
matemáticas. Lo extraordinario de todo esto no es que Kristine pudo recuperar a
Jacob para el mundo exterior, sino que debajo de esa cáscara impenetrable
descubrió una inteligencia que rivaliza con la de Albert Einstein, o al menos
eso es lo que se desprende al aplicar el cuestionado coeficiente intelectual,
que en el caso del científico alemán llegaba a 160 y en el de este pequeño
autista a... ¡170!
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