Se han hallado las pruebas más claras de que una parte de América del Norte y otra de la Antártida estaban conectadas hace 1.100 millones de años, mucho antes de que el supercontinente Pangea se formara.
Quien visite las Montañas de Franklin en el oeste de Texas, estará, aunque no lo sepa, en un terreno que en su día formó parte de la Tierra de Coats en la Antártida.
El equipo internacional de Staci Loewy, geoquímica de la Universidad Estatal de California en Bakersfield, descubrió que las rocas recogidas en ambos lugares tienen exactamente la misma composición de isótopos de plomo.
Análisis anteriores ya demostraron que las rocas tienen exactamente la misma edad y las mismas propiedades químicas y geológicas básicas.
Ahora, el nuevo trabajo refuerza la hipótesis de que América del Norte y la zona oriental de la Antártida estuvieron unidas en un antiguo supercontinente llamado Rodinia.
Las masas continentales de la Tierra se han unido en supercontinentes por lo menos dos veces, hace unos 300 millones de años para crear Pangea, y hace unos 1.100 millones de años para formar Rodinia, y esto pudo acaecer repetidamente a lo largo de la historia de la Tierra. De hecho, algunos científicos estiman que dentro de 250 millones de años, la desaparición del Océano Atlántico fusionará América con Eurasia y África, forjando un nuevo supercontinente.
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