El cerebro es tan complicado que los científicos están trabajando de manera constante para descubrir cómo funciona. Sin embargo, es bien sabido que, incluso heridas y conmociones que parecen menores, pueden a veces causar daños en el cerebro, y que tienen por resultado efectos variados desde una pérdida de la sensación hasta ataques. Por otra parte, la bibliografía médica cita casos de daño grave en el cerebro que, sin embargo, no parecen afectar en absoluto a los pacientes.
Por ejemplo, en 1879 una mujer que trabajaba en un molino sufrió un espantoso accidente laboral. Una máquina despidió un tornillo grande, que se hundió 10 cm en el cráneo de la mujer. Durante el impacto quedaron destruidos trozos de su cerebro y se perdió aún más sustancia cerebral cuando los médicos le extrajeron el tornillo de la cabeza. La mujer se recuperó y vivió más de 42 años, sin sufrir ni siquiera un dolor de cabeza después de sus terribles sufrimientos.
Según la edición de 1888 de The Medical Press of Western New York, casi una cuarta parte del cráneo de un hombre quedó destruida al verse atrapado entre una cuaderna del puente y la superestructura del buque en la que estaba trabajando. La punta aguzada de la cuaderna arrancó parte de la cabeza del marinero de cubierta. Los médicos que cerraron la herida se percataron de que el hombre había perdido una parte sustancial de materia cerebral, así como sangre. Pero, en cuanto la víctima recuperó el conocimiento, empezó a hablar y comportarse como si se encontrase perfectamente. Salvo algunos accesos de mareos, gozó de buena salud a pesar de la pérdida de parte de su cerebro, hasta 26 años después cuando desarrolló una parálisis parcial y unos andares poco seguros.
Durante 27 días, un bebé nacido en el hospital «St. Vincent», de la ciudad de Nueva York, en 1935, pareció que era un niño normal: gritaba, comía y se movía. Sólo después de su muerte, descubrieron los médicos, durante la autopsia, que carecía en absoluto de cerebro.
En un informe preparado por el doctor Jan W. Bruell y el doctor George W. Albee, dirigido a la Asociación de Psicología de Estados Unidos, en 1958, los médicos observaron que se habían visto obligados a realizar una operación quirúrgica de urgencia a un hombre de treinta y un años. Aunque le eliminaron toda la mitad derecha del cerebro, el paciente sobrevivió. Y, según concluían los médicos, la operación, de manera inexplicable, «le dejó su capacidad intelectual virtualmente intacta».
Durante 27 días, un bebé nacido en el hospital «St. Vincent», de la ciudad de Nueva York, en 1935, pareció que era un niño normal: gritaba, comía y se movía. Sólo después de su muerte, descubrieron los médicos, durante la autopsia, que carecía en absoluto de cerebro.
En un informe preparado por el doctor Jan W. Bruell y el doctor George W. Albee, dirigido a la Asociación de Psicología de Estados Unidos, en 1958, los médicos observaron que se habían visto obligados a realizar una operación quirúrgica de urgencia a un hombre de treinta y un años. Aunque le eliminaron toda la mitad derecha del cerebro, el paciente sobrevivió. Y, según concluían los médicos, la operación, de manera inexplicable, «le dejó su capacidad intelectual virtualmente intacta».
El doctor Augustin Iturricha y el doctor Nicholas Ortiz, de Brasil, tienen documentado otra desconcertante historia acerca del cerebro. En una comunicación que presentó a la Sociedad Antropológica de Sucre, Bolivia, en 1940 Iturrucha le dijo a un paciente de catorce años, con unos terribles dolores de cabeza, que creía que tenía un absceso en el cerebelo. Al practicar la autopsia, se encontró con que la masa cerebral del muchacho estaba virtualmente desconectada del bulbo raquídeo, un estado con consecuencias similares a la decapitación. Sin embargo, el joven conservó todas sus facultades en orden hasta el momento de su muerte.
Un caso aún más extraño fue el relatado por Hufeland, un experto en el cerebro. Al realizar la autopsia de un hombre paralítico, que estuvo en pleno uso de su razón hasta el momento de su fallecimiento, no encontró en absoluto cerebro, sino sólo unos escasos centímetros cúbicos de agua.
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