Un grupo de ingenieros nucleares de Japón se está preparando para retirar las barras de combustible de uranio y plutonio de la central nuclear de Fukushima, accidentada hace dos años tras un terremoto de 9,0 y un posterior tsunami
Se espera que la Compañía Eléctrica de Tokio
(TEPCO, por sus siglas en inglés), operadora de la central nuclear de Fukushima,
inicie este lunes esta operación, un paso difícil pero esencial en el plan de
desmantelamiento de la planta, que tomará varias décadas.
En los próximos dos días, la compañía espera
extraer 22 de las 1.500 varillas que se encuentran en la piscina de enfriamiento
en una operación que se estima que durará más de un año. Así, una enorme grúa,
manipulada a control remoto, será sumergida y enganchará las barras,
colocándolas posteriormente dentro de un bidón que estará completamente
sumergido. El recipiente, de 91 toneladas, será cargado en un remolque y
trasladado a otro almacén a unos 100 metros de distancia.
Los expertos han advertido que durante el
proceso de extracción, si los elementos combustibles se tocan entre sí, se caen
o se resquebrajan, existe la posibilidad de que ocurran reacciones nucleares
incontroladas y hasta explosiones.
La catástrofe de Fukushima
El 11 de marzo de 2011 un terremoto de magnitud
9,0 sacudió el noreste de Japón y como consecuencia se produjo un gigante
tsunami. La catástrofe provocó una crisis en la central nuclear de Fukushima,
dejó más de 18.000 muertos y desaparecidos y causó graves daños materiales
(alrededor de 380.000 edificios quedaron destruidos).
Cada día 300 toneladas de agua radiactiva de la
central nuclear entran en el océano Pacífico y la fauna marina sufre los
estragos de la radiación. Algunos expertos estiman que Japón podría tardar hasta
40 años en liquidar las consecuencias del desastre de Fukushima. Mientras, un
sinnúmero de personas sufre cáncer y otros problemas de salud tras haber quedado
expuestos a altos niveles de radiación nuclear.
Por otro lado, varios pueblos y ciudades
cercanos permanecen en gran parte vacíos. El miedo a la radiación hace que los
residentes no quieran regresar a los alrededores de la planta
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