El 13 de febrero un maremoto de magnitud 7.1 en la dorsal Atlántica llegó a las costas gallegas con olas de 20 centímetros. El Instituto Geográfico Nacional reconoce que no registró esta alerta por un fallo informático. El geógrafo y climatólogo Jonathan Gómez Cantero advierte de que en nuestro país los protocolos en caso de tsunami pueden llevar a una "concatenación de errores"
Cada vez que pensamos en la palabra tsunami, a nuestra mente vienen las fatídicas imágenes del gran tsunami que afectó en diciembre de 2004 a Sumatra y todo el océano Índico, o bien, los espectaculares vídeos del que afectó a Japón en marzo de 2011.
Ambos sucesos estuvieron provocados por grandes terremotos, en torno a 9.1 puntos de magnitud, que se produjeron mar adentro, y desde las profundidades sacudieron el agua provocando el mismo efecto que hace una piedra al caer en un lago en calma, algo que todos seguramente hemos hecho, y donde hemos podido observar todas esas ondas (olas) que de forma concéntrica se van expandiendo hacia las orillas.
Por suerte, en las costas españolas no es un fenómeno frecuente, aunque ello no hace que sea imposible. El 1 de noviembre de 1755, un gran terremoto frente a las costas de Lisboa destruyó la ciudad y provocó un tsunami que arrasó Cádiz, Huelva, Marruecos e incluso llegó al mar Caribe, provocando miles de muertos a lo largo del Atlántico.
En época más reciente, el 21 de mayo de 2003, un terremoto en la costa de Argelia provocó un tsunami de tipo medio que provocó daños en las Islas Baleares, ya que las golpeó directamente 50 minutos después del seísmo, el tiempo que tardaron las ondas en llegar y cogieron a todos desprevenidos. Este terremoto fue sólo de 6.8 de magnitud y las olas no fueron demasiado grandes. ¿Alguien lo recuerda? Los medios de comunicación apenas se hicieron eco y prácticamente nadie se enteró.
El pasado día 13 de febrero de 2015 se produjeron varios terremotos en el centro del Atlántico norte. En apenas dos minutos, se produjeron tres terremotos de 5.3, 4.9 y 7.1 de magnitud, a los que siguieron cuatro réplicas de entre 5.2 y 4.6, según el Servicio Geológico de los Estados Unidos.
El fuerte terremoto se produjo a cientos de kilómetros de las costas más cercanas, pero el problema vino cuando el Centro de Avisos de Tsunamis del mar Caribe envió una nota urgente hablando de la posibilidad de un pequeño tsunami local. En este momento, en tono a las 21:00h, el Instituto Geográfico Nacional no había registrado el temblor debido a un problema informático que sufren desde hace unas semanas. Por lo tanto, en España no se dio ningún tipo de aviso, y en otros países europeos, ni se enteraron.
Horas después, algunos de los mareógrafos de Puertos del Estado comenzaron a registrar anomalías, sobre todo en Galicia. Eso sí, anomalías débiles pero que claramente advertían de que se trataba de un pequeño tsunami provocado por el gran terremoto.
No se nos debe olvidar que España tiene muchos kilómetros de costa, y el riesgo de tsunami es un riesgo real que ya ha pasado antes y que puede volver a ocurrir. Lo que está claro es que esta vez nos hemos salvado; por suerte, el terremoto 7.1 estuvo precedido por otros dos apenas unos segundos antes, que ayudaron a que la energía acumulada se liberara en tres fases. Pero si en vez de ocurrir de esta forma, hubiera sido mediante sólo un terremoto, podríamos estar hablando de un evento de más de 8 puntos con un tsunami destructivo.
Parece de película y casi irreal, pero imagínense que hubiera pasado así, que la institución encargada en nuestro país no lo registra por un fallo en los ordenadores, que hay que esperar a que recibamos el aviso de otros países… Nos quedaríamos sin tiempo de reacción y podríamos estar ante uno de los eventos más catastróficos ocurridos en España. Además, la población no conoce ni las recomendaciones ni las medidas que hay que tomar. En definitiva, estamos ante un riesgo real muy subestimado y nada preparados
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