En Sendai,
Japón, cientos de indigentes pasan la noche a la intemperie o se refugian del
frío en estaciones o soportales, pero sus improvisados hogares también se han
convertido en un lugar de reclutamiento.
Seiji Sasa recorre
la estación de tren de esta ciudad al norte de Japón antes del amanecer casi
todas los días, en busca de hombres sin hogar. No es un trabajador social, sino
un ‘reclutador’.
Los hombres que
duermen en la estación de Sendai son considerados como trabajadores potenciales
en la peligrosa labor de limpieza de la central nuclear de Fukushima. “Así es
como reclutadores de mano de obra como yo trabajamos todos los días”, explica
Sasa, mientras camina entre hombres que tratan de dormir entre cartones y se
aferran a sus abrigos para combatir el frío de principios de
invierno.
Las empresas niponas
están contratando a mendigos para limpiar la zona del desastre nuclear de
Fukushima, que tuvo lugar hace casi tres años. Les pagan algo más de 70
euros al día, pero ellos tienen que correr con los gastos de comida y
alojamiento. A pesar del riesgo que suponen los altos niveles de radiación, son
muchos los que aceptan este trabajo empujados por las necesidades de su
situación de pobreza extrema
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